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El Abisinio - Rufin Jean-christophe - Страница 52


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Cuando Murad comparecio ante el pacha, despues de que este le hubiera convocado, Mehmet-Bey lo recibio enfurecido. El armenio, que sentia terror a la entrevista, habia hecho el trayecto hasta palacio montado en una mula para tranquilizarse. Ahora bien, en virtud de las capitulaciones que vinculaban las naciones creyentes con la Puerta, nadie tenia el privilegio de entrar en la ciudadela en una montura, salvo los embajadores cristianos. Asi que los guardias le hicieron bajarse de la mula con malos modos y lo condujeron a presencia del pacha.

– ?Quien te has creido que eres? -dijo Mehmet-Bey, de pie, ataviado con el uniforme rojo de los turcos y un turbante con franjas doradas en la cabeza-. Y para empezar, prosternate. ?Es que no vas a honrar al Sultan como es debido?

– Yo… Yo le honro y le brindo mi mas respetuoso saludo -dijo Murad temblando, de rodillas, con la nariz contra las losas.

– Por otra parte -continuo Mehmet-Bey, dando una vuelta alrededor del hombre prosternado ante el-, tal vez seas turco… Hablas nuestra lengua y se diria que conoces bien nuestras costumbres, todas menos el respeto, que no tienes en modo alguno. ?No seras por casualidad un renegado…?

– No, no -protesto Murad, que, como seguia con la nariz pegada al suelo ejecuto con el trasero el movimiento de negacion que habria hecho con la cabeza si hubiera estado de pie-. Soy armenio. Mi padre me dio su religion y el Gran Senor, en su benevolencia, me ha autorizado a conservarla.

Mehmet-Bey no despreciaba a nadie con tanta virulencia como a los cristianos de Oriente.

– El Sultan se muestra bondadoso con todos vosotros, que nos apunalais por la espalda cuando luchamos contra esos perros de francos, pero asi son las cosas…

Se volvio con semblante pensativo hasta el estrado cubierto de alfombras y cojines donde recibia audiencia y se sento.

– Levantate y muestra tu cara de traidor.

Murad se incorporo, pero continuo de rodillas. Habia estado tanto tiempo con la cabeza hacia abajo que tenia la cara roja y congestionada. El pacha hizo una senal a uno de sus guardias, que avanzo hacia el con una bandeja de plata y tomo la carta del Negus.

– No solo vives en la tierra del Profeta y no respetas su palabra -dijo el turco- sino que ademas, por lo que entiendo aqui, estas confabulado con los abisinios, un pueblo empecinado en resistirse al islam y atacarlo.

Una vez que se le despejo la cabeza, Murad trato de poner en orden las ideas y acordarse de las instrucciones que Poncet le habia dado.-Yo soy mercader, Excelencia -gimio-. Me gano la vida donde puedo y el azar me ha traido hasta el mar Rojo. Durante algun tiempo estuve al servicio del Nayb de Massaua. Es un buen musulman. Nunca le di motivo de queja, puede preguntarselo. Y un dia me confio un mensaje para el Rey de Etiopia…

– ?Que diantres indujo a ese chacal a enviar mensajes?

– Es que en el pasado, Excelencia, los abisinios le cortaron el paso del agua e impidieron la llegada de viveres en dos ocasiones. Por eso el Nayb esta obligado a tomar en consideracion a los poderosos vecinos de las montanas.

Mehmet-Bey entorno los ojos. Con esa senal daba a entender que una palabra habia atravesado una capa profunda de su mente, situada un poco por debajo del compacto zocalo de certezas, una capa en la que se estremecia a veces, lo menos posible para su gusto, esa cosa irritante que se denomina una idea.

– Entonces, segun tu -dijo-, ?es verdad que ese Negus puede retener las aguas de nuestros paises? ?Y por que no lo ha hecho nunca si nos desprecia tanto como parece?

– Lo ha hecho con Massaua, que es una peninsula. En cierta ocasion la privo de todo.

– Pero no con nosotros, que vivimos del Nilo…

– Excelencia, por lo que se, al Negus no le faltan medios ni intenciones para privar a los musulmanes de las aguas que les da la vida. Pero piense que si desviara el primer curso del Nilo, si desplazara las aguas no desde oriente a poniente sino en el sentido opuesto, causaria la ruina de Egipto y…

– ?Y…? -dijo el pacha.

– … y de paso contribuiria a la prosperidad de los somalies,, que son musulmanes como ustedes.

Al pacha se le quedaron grabadas aquellas palabras, que recorrieron los resquicios tenebrosos de su entendimiento, y al final estallo en una gran carcajada que secundo el coro servil de la guardia diseminada por la amplia sala.

– El agua que Dios envia sobre la tierra -dijo el pacha- esta destinada a alimentar a aquellos que creen en El y que siguen las ensenanzas de su Profeta. Si tu senor se imagina que tiene algun poder para que la lluvia caiga primero sobre sus miserables montanas, se equivoca. ?Y para decirme esto te ha convertido en emisario?

– No, Excelencia.

– Eso pensaba, porque al menos habrias venido a verme. Desde que has llegado, tu, subdito del Sultan, no te has dignado a presentarte ante el, que soy yo.

– Tenia la intencion, Excelencia, pero el tiempo…

– No mientas. Se la verdad. El Negus te envia en busca de una alianza con los francos, y esa alianza solo puede ser contra nosotros. Imagino que eso tambien es obra de todos los curas catolicos que violan nuestra hospitalidad.

El corrillo de muftis, con sus ropajes negros y sus turbantes blancos, que se hallaban sentados en un rincon de la sala de audiencias, murmuro unas tenues exclamaciones de satisfaccion. Les gustaba la firmeza del pacha.

– Excelencia, el Negus me envia para hacer algunas compras…

– ?Que? -exclamo Mehmet-Bcy con voz atronadora-. ?Mas mentiras aun! Andate con cuidado no vaya a darte unos latigazos para que se te quiten las ganas de seguir haciendo bribonadas, como deberiamos haber hecho ya, tanto contigo como con todos los de tu ralea.

Murad volvio a prosternarse como al principio.

– ?Piedad, Excelencia!

– Debes saber de una vez por todas que a mi no se me escapa nada. Has dicho en todas partes que eras el emisario del Negus en la corte del rey Luis XIV. Ademas, esta carta que mis soldados encontraron en tu residencia prueba oficialmente que el abisinio te ha otorgado una mision. ?Que mision?

– Su Majestad el Rey de Abisinia desea que vaya a Francia.

– Probablemente para concertar algun perfido acuerdo y atacarnos por la espalda mientras nos batimos en Europa.

– ?No, Excelencia! -exclamo Murad, incorporandose al notar que se asfixiaba.

– ?Por que entonces?

– Sencillamente para agradecer a Su Majestad el Rey de Francia el haberle salvado la vida.

– ?Salvarle la vida…?

– Si, Excelencia, la cosa es muy sencilla. El Negus estuvo muy enfermo, y al sentirse desamparado en aquel momento pidio ayuda a Francia. Tras informar al consejo de su Rey, el consul de esa nacion envio al Negus un medico franco que lo ha curado. Y en prueba de agradecimiento, el Emperador de Abisinia me ha enviado pa-ra que le entregue al Rey Luis varios presentes y le manifieste su gratitud.

– ?Donde esta ese medico franco? ?Se quedo alli?

– No, Excelencia, ha regresado conmigo. Ahora vive en El Cairo.

Mehmet-Bey no sabia nada del asunto, pero habia oido hablar de aquel medico en el entorno de su antecesor. Ahora bien, la obediencia del pacha a los doctores del islam solo tenia un limite: el credito que otorgaba a la religion en materia terapeutica. En el campo de batalla, Mehmet-Bey habia tenido muchas veces la oportunidad de reconocer la superioridad de los cristianos sobre los moros en el ambito medico. Ademas, la mayoria de esos medicos eran completamente impios y aun asi practicaban su oficio con exito. De todo esto concluyo que se imponia valorar con cierta cautela los principios religiosos en esa materia, y dado que en los ultimos dos anos se le habian agudizado los dolores que sentia en el pie a consecuencia de la gota, se mostro muy interesado respecto al medico franco. Le hizo a Murad algunas preguntas sobre la enfermedad del Negus, que este evito responder directamente, y luego sobre Poncet y los metodos que empleaba. Aunque seguia tratando a Murad con severidad, el pacha parecio suavizarse un poco al oir las razones de su viaje y finalmente le dijo a modo de despedida:

– No olvides, senor emisario, que estas aqui bajo mi autoridad. En cualquier momento puedo llamarte y darte ordenes. El mensaje que llevas no te confiere ningun derecho y menos aun el de la insolencia. Ahora vuelve a la residencia de los francos. Pero que no me entere yo de que estas confabulado con los curas. ?Entendido?

– Excelencia -dijo Murad despues de una ultima genuflexion-, lo he entendido todo. No tendra servidor mas sacrificado que yo.

– Eso espero -dijo el pacha.

El armenio hizo un saludo y empezo a retirarse de la sala, con el cuerpo arqueado y andando hacia atras. Apenas habia dado tres pasos, cuando se detuvo y exclamo:

– ?Excelencia! Mi carta.

– Como tienes la pretension de ser un diplomatico y tu Negus te ha encargado una mision relacionada con la nacion franca, la recuperaras en la residencia del consul de Francia.

Al oir la respuesta, Murad vio surgir una nueva complicacion, pero estaba tan contento de salir con la cabeza sobre los hombros que se fue casi corriendo y hasta se olvido de la mula.Aquella misma tarde, el enviado del Rey de Reyes entraba en el consulado de Francia, despues de que el senor De Maillet le hubiera hecho saber que ahora si estaba dispuesto a recibirle.

La audiencia en el palacio del pacha habia alterado mucho a Murad. Ya no tenia un aire tan despreocupado como al llegar a El Cairo. Pese a que Poncet le habia aconsejado que se mostrase energico, el armenio no volvio a dirigirse a los francos con el tono de familiaridad que habia utilizado hasta entonces. Para gran sorpresa del consul, en cuanto fue introducido en su gabinete, Murad se postro de rodillas como habia hecho ante el pacha, y el senor Mace se apresuro a levantarlo. El consul fingio no haberse dado cuenta, como habria hecho al ver a una duquesa a quien el viento hubiera levantado las faldas un instante.

– Querido senor -dijo el consul cuando ambos estuvieron sentados-, el pacha de los turcos, alarmado por los rumores que no han cesado de propalarse desde su llegada, ha creido oportuno intervenir para cerciorarse de su identidad. Creame si le digo que yo no he tenido nada que ver con eso y que repruebo los metodos violentos que han empleado con usted. Pero las cosas son como son. Estamos en tierra extranjera, y los turcos tienen los derechos que se han tomado. Este asunto tiene una consecuencia: como el pacha ha considerado oportuno entregarme la carta de la que se apropio en sus aposentos, ahora tengo en mi poder lo que yo solicitaba en vano desde el momento de su llegada. Asi pues, aquello que habria podido ser motivo de disgusto para usted, tiene afortunadas consecuencias: ahora ya no tengo duda alguna de quien es usted, el enviado acreditado del Negus, tal como prueba este documento, traducido y ratificado por el sello del soberano. Tengo por tanto el honor de presentarle mis respetos y darle el trato que se merece como el mensajero del emperador de Abisinia.

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