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El Abisinio - Rufin Jean-christophe - Страница 53


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Murad bajo cortesmente la cabeza y luego echo un vistazo a su alrededor como si estuviera en estado de alerta y se temiera que la buena noticia se saldara con algun reves inesperado.

– Esta carta credencial -continuo el senor De Maillet-, si bien le confiere a usted una absoluta legitimidad, no menciona sin embargo la intencion del Negus de verle en la corte de Versalles. Por lo tanto, si le parece oportuno, usted y yo debemos convenir lo siguiente: durante su estancia en El Cairo, nosotros nos haremos cargo de su alojamiento y el los suyos, que segun tengo entendido se compone de tres personas…

Murad asintio con la cabeza.-Pondre a su disposicion para sus gastos la suma de cinco cequies abuquires mensuales, que deducire de los fondos del consulado. Y cuando considere que su mision ha terminado, haremos los preparativos necesarios para que pueda emprender de nuevo viaje a Abisinia.

– Pero aparte de mi credencial -dijo timidamente Murad acordandose de los consejos de Poncet-, tambien llevo conmigo un mensaje personal para su Rey.

– Ya se lo he dicho -dijo el consul con dulzura, como cuando uno razona con un enfermo que se niega a tomarse un jarabe-, su carta no especifica que usted este obligado a llevar el mensaje personalmente.

– No obstante… -dijo debilmente Murad.

– Querido senor -le dijo el consul malhumorado-, la cuestion es muy sencilla. No vayamos a complicarla. Si tiene un mensaje para el Rey, demelo. Si esta escrito se lo transmitire, pero el pacha no ha descubierto nada de eso durante el registro, que yo sepa. Si es un mensaje verbal, yo sere su fiel eco en un despacho. Y si va acompanado de presentes, los mandaremos a Francia en navios de nuestra flota para que lleguen seguros.

– Pero el Rey ha insistido en que debia ir yo mismo.

– Escuche -dijo el consul-, no me responda enseguida. Reflexione. Comprendo que todavia debe acostumbrarse a esta ciudad y a esta mision.

El senor De Maillet pensaba que un plazo de reflexion permitiria a Murad darse cuenta de su precaria posicion y le ayudaria a discernir mejor en beneficio de sus intereses. Para terminar de convencerlo, anadio:

– El Negus no puede enfadarse con usted por no entregar el mensaje en persona, pues a decir verdad el caso es muy sencillo: los turcos se oponen formalmente a que usted abandone este pais para ir a Europa. Gracias a las buenas relaciones que tenemos con ellos, aceptan su presencia en esta legacion pero nunca lo dejaran embarcar. ?Hablo con suficiente claridad?

Murad convino en que no se podia ser mas claro y acogio la noticia con tanto alivio que el mismo se sorprendio. En el fondo no tenia por que empenarse contra viento y marea en ir a visitar al rey Luis XIV, cuyo retrato, justo encima del consul, le inducia a pensar que era aun mas temible que el pacha. Termino alegremente la conversacion con el senor De Maillet y fue a llevarle estas sorprendentes nuevas a Poncet, sudando bajo el sol de justicia que caia a las tres de la tarde.Debido a una extrana particularidad del clima, las plumas de oca que se crian en Egipto no valen nada. En lugar de ser firmes y acometer el papel como las de Europa, son excesivamente flexibles y se ablandan todavia mas cuando se hunden en el tintero. Por esta razon, el senor De Maillet mandaba traer las suyas de Francia. No tenia reparo en que los empleados del consulado bregaran con los suministros locales y se reservaba el uso de las buenas plumas para su correspondencia personal, en los contados casos en que escribia personalmente. Para dirigirse al senor De Ponchartrain, aquella noche decidio plasmar el mismo por escrito las ideas que pensaba comunicar al ministro, a pesar de que le incomodaba, por culpa de un persistente dolor de muneca. Su larga escritura inclinada brillaba al resplandor del candelabro:

He informado al mensajero del Negus de que los turcos se oponian a su viaje, lo cual no es del todo cierto pues el pacha de El Cairo no tiene autoridad para prohibir una mision asi, en el caso de que verdaderamente desearamos enviarla. Sin embargo, si es cierto que una embajada de Abisinia en las condiciones actuales disgustaria en grado sumo a la Puerta y podria repercutir negativamente en nuestras relaciones. Asi pues, mi proposicion se confirma de esta manera indirecta, y los turcos son en efecto quienes hacen imposible este viaje. Por mi parte me mantendre firmemente en esta linea de conducta, y tengo buenas razones para creer que al representante del Rey de Reyes no le pesara.

No obstante, permitame aventurar un poco mas alla mi comentario. A mi entender, seria lamentable que esta cuestion de Abisinia, bien encauzada como esta, no siga su curso conforme a nuestros intereses. En consecuencia, le propongo que les arrebatemos de las manos el asunto a los jesuitas y que prosigamos con el por nuestros propios medios. El objetivo de los jesuitas era convertir el pais y no lo han conseguido, pues el padre De Brevedent no pudo terminar el viaje. Con todo, considerarian esta mision como un exito si pudieran llevar a Francia a los tres abisinios que han viajado hasta aqui con el senor Murad. Formados convenientemente en las escuelas de los curas en Paris, los indigenas tendrian a su regreso mas posibilidades de convertir su pais que unos extranjeros. Con eso cuenta la Compania de Jesus, y por lo que a mi respecta, opino que seria oportuno complacerla en este punto. El exito de tal empresa y la preparacion de sus protegidos abisinios y futuros emisarios tendra tan ocupados a esos clerigos que al menos por un tiempo no pensaran en la idea de enviar otra embajada a Etiopia. Les habremos satisfecho y dispondremos nuevamente de un margen de accion ajeno a ellos. Propongo que nos sirvamos de ese margen para enviar lo antes posible al Negus una embajada digna de ese nombre con la proteccion del senor Murad, de quien al mismo tiempo nos zafariamos.

El principal merito de la mision que ha llevado a termino el senor Poncet ha sido probar que el viaje a Abisinia era posible y que no resultaba tan peligroso como cabia temer. Si enviaramos una autentica embajada, ya no tendriamos que fiarnos de las fantasias de un farmaceutico y tampoco nos arriesgariamos a ver comprometidos nuestros intereses por culpa de que se descubriera a unos curas mejor o peor disfrazados en el seno de nuestra mision. Una embajada asi, capitaneada por un autentico diplomatico, podria establecer bases solidas para un acuerdo politico con el Rey de Etiopia. Por otra parte, contribuiria a entablar lazos comerciales muy prometedores, en nombre de la Compania de las Indias, con ese pais donde abunda el oro, donde pueden explotarse muchas riquezas naturales, y que es una escala sin competencia hacia los confines de Oriente.

?A quien me consejaria para atribuir la direccion de una empresa tan ambiciosa? A mi entender, aunque aun no lo conozco bien, el senor Le Noir du Roule, cuya llegada me anunciaba usted en su ultimo despacho y que desempenara bajo mis ordenes las funciones de viceconsul en Damietta, posee todas las cualidades que requiere tal empresa.

Se que si ha tenido el honor de elegirlo es porque conoce mis obligaciones familiares. Con esta sugerencia espero mostrar que no antepongo mis intereses de padre a los del Rey. Por lo demas, me atreveria a esperar que ambos sigan el mismo cauce y que el senor Le Noir du Roule, laureado con la gloria y la fortuna que le ayudare a adquirir, sera el mejor para honrar a mi familia, uniendose despues con mi hija.

7

Al recibir las noticias de Murad, Jean-Baptiste comprendio que habia perdido la partida. La alianza del consul y del pacha -tanto si se trataba de una mera confluencia de intereses como si era un acuerdo en toda regla- anulaba cualquier posibilidad de ir a Vcrsalles con una embajada. Si Murad aceptaba transmitir su mensaje al consul, este haria llegar al Rey una misiva amanada a su antojo y evidentemente no se podia contar con el diplomatico para que favoreciera ni un apice los intereses de ese Poncet a quien tanto despreciaba.

Asi que tantos esfuerzos, tantas jornadas de viaje y tantas vicisitudes no habian servido para nada. Jean-Baptiste iba a sucumbir de desesperacion cuando recibio dos buenas noticias, una despues de otra, que si bien no introducian ningun cambio en las perspectivas futuras encauzaron su pensamiento hacia una felicidad inmediata.

Mientras tomaba un refresco en la-terraza con el maestro Juremi y consideraba definitivamente perdido el viaje a Versalles, llego un guardia del consulado con una nota del senor De Maillct. Este invitaba al «senor Poncet» a cenar al dia siguiente para honrar la llegada de «Su Excelencia el Representante de Su Majestad el Rey de Abisinia». Jean-Baptiste repaso la lista de invitados que se adjuntaba para leer lo unico que le interesaba saber: «El senor consul de Francia, la senora De Maillet y su hija.»

Un poco mas tarde, Francoise aparecio en la ventana de su casa, salto a la terraza y revelo a Jean-Baptiste un plan que debia seguir escrupulosamente para poder hablar con Alix a solas, despues de la cena de gala. Una vez cumplido el mandato, Francoise empezo a dar vueltas y mas vueltas por la casa de los dos hombres para, segun dijo, com-probar que no les faltaba nada. Incluso tuvo la osadia de aventurarse a la planta baja, donde el maestro Juremi ya estaba otra vez elaborando sus potingues. El hombre la saludo con un grunido y la pobre mujer volvio a subir a toda prisa, paso por delante de Poncet completamente emocionada y luego desaparecio por donde habia venido.

Al dia siguiente, Poncet, que miraba dolorosamente el paso de las horas a la espera de la cena, se oculto en su casa. Hacia el mediodia, le hizo una visita a Murad para abordar con el algunas particularidades del protocolo que habria de respetar por la noche, en el consulado. Jcan-Baptiste se temia que esta prueba mundana aportara nuevos argumentos al consul para negarse en redondo a que el armenio volviera a aparecer por la corte. Luego regreso y mando al maestro Juremi que le pasara las visitas con una actitud mas arrogante que nunca, quiza porque los mercaderes estaban avidos de curiosidad y ahora todos querian escuchar el relato del viaje del farmaceutico. Ademas, como aun no se lo habia contado a nadie, el silencio incrementaba su valor a medida que pasaban los dias. El padre Plantain tambien habia acudido tres veces. Pero el maestro Juremi no le dejo franquear la puerta, asi que el jesuita se limito a balancearse de un lado a otro para echar un vistazo por encima del hombro del protestante, con el animo de descubrir algun indicio del misterio que escondia aquella casa. El padre Plantain se lamento amargamente de que Murad no quisiera recibir a nadie y dijo que a pesar de todo le habria gustado oir el relato de la muerte del padre De Brevedcnt. El maestro Juremi guardo las formas para no echar con cajas destempladas al jesuita y escucho sus lamentaciones con bastante educacion, aunque no movio ni un dedo.

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