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Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel - Страница 41


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Taor estuvo un tiempo trabajando para una importante casa, la de un matrimonio que llevaba una vida de gran lujo, y cuyas cenas reunian a lo mas brillante y corrosivo de Sodoma. Se llamaban Semazar y Amrafele, y aunque eran marido y mujer se parecian como hermano y hermana, con los ojos sin pestanas, los parpados que jamas se cerraban, la nariz arremangada por la insolencia, los labios delgados, sinuosos, burlones, y aquellas dos grandes arrugas amargas que les cruzaban las mejillas. Rostros iluminados por la inteligencia, que sonreian siempre, que no sabian reir. Desde luego, formaban un matrimonio unido e incluso armonioso, pero al estilo de Sodoma, y un observador poco avisado se hubiera sorprendido de la atmosfera de maldad vigilante que mantenian entre si. Con un instinto de tirador infalible, cada uno de ellos acechaba el punto vulnerable de su interlocutor, aquel en el que se descubre, para convertirlo al instante en el blanco de una nube de flechecitas envenenadas. La regla implicita de la relacion entre sodomiras exigia que cuanto mas se amasen, se encarnizaran con mayor crueldad el uno contra el otro. Aqui la indulgencia significaba indiferencia, y la benevolencia desden.

Taor pasaba y volvia a pasar como una sombra por aquellas vastas salas hermeticamente cerradas, donde banqueteaban noches enteras. Licores de tonalidades toxicas destilados por los laboratorios del Lago Asfaltico, inflamaban las imaginaciones, hacian subir el tono de los discursos, estallar el cinismo de los gestos. Alli se decian y se hacian cosas abominables de las que Taor era obligado testigo, pero no complice. Habia comprendido que la civilizacion sodomita se componia de tres principios estrechamente amalgamados: la sal, la depresion telurica y cierto uso amoroso. Ahora bien, las minas de sal y su extremada indignidad eran algo que Taor sentia en su carne y en su alma desde hacia tantos anos que pronto iba a llegar e! dia -si es que aun no habia llegado -en que hubiera vivido en aquel infierno mas tiempo que en ningun otro lugar. Sin duda ello bastaba para darle del espiritu sodomita cierta comprension, pero solo de caracter intelectual, abstracto. Recordaba los primeros pasos que dio por la ciudad fulminada observando como todos los relieves habituales, todas las alturas normales en una ciudad aqui se habian sustituido por sombras proyectadas. Precipitado en la vida subterranea de la ciudad, mas tarde comprendio que los relieves, de los que aquellas sombras dibujaban el perfil, no solo habian sido aplastados bajo el pie de Yahve, sino que se les habia dado la vuelta, convirtiendolos en valores negativos.

Cada altura de la ciudad se reflejaba asi bajo la forma invertida de una profundidad a la vez semejante y diametralmente opuesta. Esta inversion tenia su equivalente en el espiritu sodomita, que tenia de las cosas una vision en sombras negras, angulosas, cortantes, hundiendose en abismos vertiginosos. En el sodomita toda altura de miras se resolvia en analisis fundamental, todo movimiento ascendente en penetracion, toda teologia en ontologia, y la alegria de acceder a la luz de la inteligencia quedaba helada por el espanto del buscador nocturno que hurga en los basamentos del ser.

Pero la comprension de Taor no iba mas lejos, y veia con toda claridad que los dos elementos de la civilizacion sodomita que el conocia -sal y depresion- eran como accidentales y exteriores el uno respecto al otro, ya que el erotismo no los envolvia en su calor y su espesor carnales. Estaba claro que, al no haber nacido alli y de padres sodomitas, esa clase de amor iba a inspirarle siempre un horror instintivo, y que a la admiracion que no podia negar a aquellas gentes, se mezclarian la compasion y la repulsion.

Les escuchaba, pues, celebrar sus amores con oido atento, pero le faltaba la simpatia sin la cual esas cosas solo se comprenden a medias. Se jactaban de escapar a la atroz mutilacion de los ojos, del sexo y del corazon -materializada por la circuncision- que la ley de Yahve inflige a los ninos de su pueblo para hacerlos inaptos a toda sexualidad que no sea de procreacion. Solo tenian sarcasmos para el procreacionismo a toda costa de los demas judios, que conducia fatalmente a crimenes innumerables que iban desde las maniobras abortivas hasta los abandonos de ninos. Recordaban la infamia de Lot, aquel sodomita, que habia renegado de su ciudad y elegido el bando de Yahve, y que luego habia sido embriagado y violado por sus propias hijas. Se alegraban de vivir en un desierto esteril, de su materia cristalina -es decir, que se agotaba en un monton de formas geometricas-, de los manjares puros y asimilables sin residuos que comian, gracias a los cuales sus intestinos, en vez de funcionar como una cloaca llena de inmundicias, era la columna hueca y fundamental de su cuerpo. Segun ellos, las dos oes de Sodoma -como tambien las de Gomorra, pero con un sentido diferente-significaban los dos esfinteres opuestos del cuerpo humano, el oral y el anal, que se comunican, se corresponden y se llaman de un extremo a otro del hombre, como el alfa y el omega de la vida, y solamente el acto sexual sodomita responde a ese oscuro y gran tropismo. Decian tambien que gracias a la sodomia, la posesion, en vez de encerrarse en un callejon sin salida, comunica con el laberinto intestinal, irriga todas las glandulas, estimula todos los nervios, sacude todas las entranas, y desemboca finalmente en plena cara, metamorfoseando todo el cuerpo en trompeta organica, tuba visceral, oflicleido mucoso, con curvas y volutas infinitamente ramificadas. Taor, en cambio, les comprendia mejor cuando les oia decir que la sodomia, en lugar de supeditar el sexo a la propafacion de la especie, lo exalta lanzandolo por el camino real del circuito alimenticio.

Debido a que respeta la virginidad de la doncella y no afecta al peligroso engranaje de la fecundidad de la esposa, la sodomia gozaba de particular favor entre las mujeres, hasta el punto de que se inscribia en un verdadero matriarcado. Por otra parte, a una mujer -la esposa de Lot- rendia culto toda la ciudad, como a su divinidad tutelar.

Avisado por dos angeles de que el fuego del cielo iba a caer sobre la ciudad, Lot traiciono a sus conciudadanos y huyo a tiempo con su mujer y sus dos hijas. Sin embargo se les prohibio volver la vista atras. Lot y sus hijas obedecieron. Pero la esposa no pudo por menos que volver la cabeza para dirigir un ultimo adios a la ciudad querida que estaba desapareciendo entre las llamas. No se le perdono aquel impulso de ternura, y Yahve inmovilizo a la desventurada en forma de columna de sal 1 3

Para conmemorar aquel martirio los sodomitas se reunian todos los anos en una especie de fiesta nacional en torno a la estatua que, desde hacia ahora mil anos, huia de Sodoma, pero a pesar suyo, hasta el punto de que una torsion de todo su cuerpo la hizo quedar mirando a la ciudad, magnifico simbolo de fidelidad valerosa. Cantaban himnos, bailaban, se emparejaban «a la manera de nuestra tierra» en torno a la Madre Muerta, cubrian con toda la flora de la region, rosas de arena, anemonas fosiles, violetas de cuarzo, ramas de yeso, a aquella mujer, impulsiva e inmovilizada a un tiempo, en la dura espiral de sus velos petrificados.

Poco tiempo despues la sexta salina vio llegar a un nuevo preso. Su piel curtida, su cuerpo carnoso y sobre todo el asombro horripilado que albergaba sin cesar su mirada en aquellos lugares subterraneos, todo en el delataba al hombre recien arrancado a la tierra florida y al dulce sol, y llevando aun en el el buen olor de la vida superficial. Los hombres rojos le rodearon inmediatamente para palparle e interrogarle. Se llamaba Dema, y era oriundo de Merom, a orillas del pequeno lago Huleh que atraviesa el Jordan. Como la region es muy pantanosa y abunda en peces y aves acuaticas, vivia de la caza y de la pesca. ?Ay, si no hubiera abandonado su lugar de origen! Pero, empujado por la esperanza de presas mas abundantes, descendio por el curso del Jordan, primero hasta el lago de Genesaret, donde vivio largo tiempo, y luego mas al sur, cruzando la Samaria, hasta detenerse en Betania y, finalmente, llegar a la desembocadura del rio en el mar Muerto. ?Region maldita, fauna horrible, encuentros execrables!, gemia. ?Por que no habia vuelto atras en seguida, regresando al norte risueno y verde? Habia tenido una disputa con un sodomita y le habia partido la cabeza de un hachazo. Los companeros del muerto se habian apoderado de el y le habian llevado con ellos a Sodoma.

Los hombres rojos no tardaron en considerar que ya habian sacado todo lo que podian del preso extranjero, y lo abandonaron al estado de postracion desesperada que atravesaban siempre los recien llegados antes de resignarse a su horrible situacion. Taor le tomo bajo su proteccion, le obligo afectuosamente a comer un poco, y le hizo lugar en su nicho de sal para que pudiera tenderse a su lado. Hablaron durante horas y horas a media voz en la noche malva de la salina, cuando, con los rinones y la nuca rotos por la fatiga, no podian conciliar el sueno. Asi fue como Dema hizo una alusion incidental a cierto predicador al que habia oido a orillas del lago de Tiberiades y en los alrededores de la ciudad de Cafarnaum, y al que las gentes solian llamar el Nazareno. Al principio Taor no reparo en aquellas palabras, pero en aquel momento un llamita calida y brillante danzo en su corazon, pues comprendio que se trataba del mismo a quien no habia podido encontrar en Belen, y por quien se habia negado a regresar con sus companeros. Dejo pasar aquella alusion como un pescador deja pasar un pez magnifico que acecha desde hace anos, pero al que teme asustar una vez que lo ha encontrado, pues solo extremando el cuidado y la delicadeza va a conseguir que entre en la nasa. Como disponia de tiempo ilimitado, dejo que la memoria de Dema destilara lentamente, gota a gota, todo lo que sabia del Nazareno, por haberlo oido contar o por haberlo visto con sus propios ojos. Dema evoco asi aquel banquete de boda en Cana en el que Jesus convirtio el agua en vino, luego la gran muchedumbre reunida en torno a el en el desierto, a la que habia alimentado hasta saciarla con cinco panes y dos peces. Dema no habia presenciado estos milagros. En cambio estaba alli, a orillas del lago, cuando Jesus rogo a un pescador que se alejase de la costa en su barca, y que alli echara las redes. El pescador obedecio de mala gana, porque habia estado trabajando toda la noche sin conseguir ninguna pesca, pero esta vez creyo que su red iba a reventar, hasta tal punto era grande la cantidad de peces capturados. Dema habia visto esto con sus propios ojos, y daba fe de ello. -Parece ser -dijo por fin Taor- que el Nazareno lo que quiere por encima de todo es dar de corner a los que le siguen…

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