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Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel - Страница 40


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Durante bastante tiempo solo conocio la inmensa cueva -grande como el interior de un templo- donde cortaba y rascaba las losas de sal, los humedos pasadizos que llevaban de un lugar a otro de la mina, y sobre todo el extrano salon mineral en el que comia y dormia con medio centenar de personas, y donde los presos habian dedicado sus ocios a esculpir en la misma gema mesas, sillones, armarios, nichos, e incluso como adorno, falsas lamparas y estatuas.

Despues de un periodo de reclusion total que no midio, fue admitido a volver a ver la luz del dia. Al principio para participar en expediciones de pesca en el mar, ya que el pescado constituia el unico alimento de los presos. Pesca no poco paradojica, ya que aquellas aguas no toleraban ninguna vida animal o vegetal. En realidad se trataba de ir hasta el otro extremo del mar. alli donde desemboca el Jordan, lo cual exigia tres dias de camino, y cuatro para volver con los canastos de pescado.

La llegada del Jordan a los alrededores del mar Muerto y su desaparicion, absorbido por sus densas aguas, impresionaron profundamente a Taor, quien vio en ello la imagen de una agonia y una muerte. El rio llega vivaz, cantarin, lleno de peces, sombreado por plantas balsameras y por tamariscos repletos de pajaros. Con una juvenil temeridad, lanza sus aguas rumorosas hacia el porvenir, y lo que le espera es espantoso. Se precipita por un desfiladero de tierra amarilla que lo mancha y rompe su impulso. A partir de entonces no es mas que una corriente grasienta y opaca que fluye lentamente hacia la salida fatal. Los vegetales que aun se empenan en bordear el agua, yerguen al cielo desmedradas ramas ya impregnadas de arena y de sal. Finalmente, el mar Muerto no absorbe mas que un rio enfermo, que digiere sin dejar que nada desborde, puesto que esta cerrado por el sur. Mas lejos tiene lugar otro drama que senalan los vuelos poderosos y circulares de las aguilas pescadoras. Los peces del Jordan -sargos, barbos y siluros, principalmente-, asfixiados por la quimica de las aguas marinas, suben a la superficie por millares, panza arriba, aunque por poco tiempo, eso si, porque pronto, sobrecargados de sal, se hunden igual que piedras. Estos peces muertos y mineralizados eran los que los presos se esforzaban por recoger por medio de redes, y que a veces tenian que disputar a las aguilas, que se ponian furiosas ante esa intrusion. En verdad, una pesca extrana, funebre e irreal, muy propia de aquellos lugares malditos.

Pero aun era mucho mas extrana una especie de caza con arpon, unica en su genero, en la que Taor tambien tuvo que participar. La barca avanzaba lentamente hasta el centro del mar -los lugares en los que alcanza notoriamente la profundidad mayor-, mientras un hombre experto se mantenia al acecho en la parte delantera, escrutando sus abismos siruposos, y teniendo al alcance de la mano un arpon atado a una cuerda. ?Que es lo que acechaba? Un monstruo negro y furioso que no se encuentra en ningun otro mar, el acefalotauro o toro sin cabeza. De pronto, en lo mas espeso del liquido metalico, se divisaba su sombra remolinante que se agrandaba rapidamente dirigiendose hacia la barca. Entonces habia que dominar aquello e izarlo a bordo. En realidad se trataba de una masa de asfalto desprendida del fondo del mar y que habia subido rapidamente a la superficie bajo el impulso de la densidad del agua. Esos monstruos de betun tenian la enojosa propiedad de adherirse al barco y agarrarse a el por mil hilos elasticos. Para desprenderse de ellos, los sodomitas usaban una mezcla inmunda hecha de orina masculina y sangre menstrual. Ese asfalto era precioso no solo para calafatear las embarcaciones, sino tambien como ingrediente farmaceutico, y se podia obtener por el un subido precio. 1 2

En cambio, completamente inutil y desinteresada parecia ser la recoleccion de manzanas de Sodoma que se hacia sobre los estratos de yeso y de marga saliferos depositados por las filtraciones del lago asfaltico. En esos campos envenenados crece un arbusto espinoso, de hojas fragiles y puntiagudas, que da un fruto parecido al limon silvestre. Ese fruto se presenta bajo una apariencia sabrosa, pero no es mas que una trampa bastante cruel, porque al madurar se llena de un jugo corrosivo que quema la boca, y, una vez seco, suelta un polvillo seminal gris, semejante a la ceniza, que irrita los ojos y las narices. Taor nunca llego a saber porque le hacian recoger esas manzanas de Sodoma.

En el curso de estas expediciones trato de localizar la orilla en la que habia pasado la noche con los suyos al salir de Belen. Todos los puntos de referencia que tenia en la memoria parecian borrados. Incluso los dos elefantes salados -que sin embargo era dificil que no llamaran la atencion- resultaron inencontrables. Todo su pasado parecia aniquilado. Sin embargo surgio por ultima vez ante el bajo la forma mas inesperada y mas irrisoria que pueda imaginarse.

Se trataba de un personaje rechoncho y como hinchado por su propia importancia que un buen dia fue a parar a la sexta mina, la de Taor. Se llamaba Cleofante, y era oriundo de Antioquia de Pisidia, ciudad de la Frigia galatica que en modo alguno habia que confundir, se apresuraba a explicar a todo el mundo, con la Antioquia siria, situada junto al Orantes. Esa clase de precisiones eran muy suyas, y las infligia al primero con el que se topaba, siempre levantando un dedo y con aires de maestro de escuela. Disfrutaba de condiciones especiales, pues parecia que solo era un preso salinero por culpa de una serie de equivocos que no tardarian en disiparse, segun afirmaba. El hecho es que desaparecio al cabo de una semana sin haber sabido lo que eran las cadenas ni la celda. Lo que atrajo la atencion de Taor es que aquel Cleofante decia ser confitero de oficio, y especialista en dulces orientales. Una noche en la que reposaban el uno al lado del otro, Taor no pudo, pues, por menos que hacerle la pregunta:

– ?Y el Rahat-lukum? Dime, Cleofante, ?sabes lo que es el Raha-lukum?

El confitero antioqueno se sobresalto y miro a Taor como si le viese por vez primera. ?Que podia tener que ver aquel desecho humano con el Rahat-lukum?

– ?Por que te interesas por el Rahat-lukum? -le pregunto.

– Seria muy largo de contar.

– Pues has de saber que el Rahat-lukum es una golosina noble, exquisita y muy elaborada que no estaria en su lugar en la boca de un desecho humano como tu.

– Yo no siempre he sido un desecho humano, pero sin duda no me creeras si te digo que hace tiempo probe un Rahat-lukum, si, e incluso de pistacho, para no ocultarte nada. Y te dire tambien que me salio caro, muy caro, conocer la receta. Pero, como puedes ver, aun no he encontrado la receta.

Cleofante por fin habia encontrado en aquellos siniestros lugares un interlocutor digno de su saber culinario. Se esponjo.

– ?Has oido hablar alguna vez de la goma adragante? -le pregunto.

– ?La goma adragante? Desde luego que no, nunca -confeso humildemente Taor.

– Es la savia de un arbusto del genero astragalus que se encuentra en Asia Menor. En el agua fria se hincha, y entonces toma el aspecto de un mucilago blanco, viscoso y espeso. Esa goma adragante ocupa un lugar importante en las altas esferas de la sociedad. Se convierte en pasta pectoral para los boticarios, en gomina para los peluqueros, en almidon para los lavanderos y en jalea para los pasteleros. Pero su apoteosis se da en el Raha-lukum.

«Primero hay que lavar la goma con agua fresca, la pones en una tortera, la cubres de agua y la dejas reposar diez horas.

Al dia siguiente empiezas poniendo al fuego un recipiente con agua que servira para el bano de Maria. Viertes el contenido de la tortera en una cacerola, que pones al bano de Maria. Esperas a que la goma se funda, removiendo con una cuchara de madera y espumando de vez en cuando. Luego pasas la goma fundida a traves de un tamiz, y otra vez la dejas reposar diez horas. Una vez pasado ese tiempo, vuelves a la coccion al bano de Mana. Anades azucar, agua de rosas o flor de azahar. Lo dejas cocer revolviendo sin cesar hasta obtener una pasta que forme una cinta. Lo sacas del fuego y lo dejas reposar un minuto Luego viertes la pasta en una mesa de marmol, y con el cuchillo la cortas en cubitos, no sin antes hundir una nuez en cada uno de ellos. Dejas que se endurezca en un lugar fresco

– Bueno, pero ?y el pistacho?

– ?Que pistacho?

– Yo te hablaba del Rahat-lukum con pistacho

– Nada mas facil. Pulverizas los granos de pistacho hasta que se convierta en verdadero polvo, ?entiendes? Y lo incorporas a la pasta en vez del agua de rosas o de la flor de azahar que te decia. ?Estas satisfecho?

– Sin duda, sin duda -murmuro pensativamente Taor.

No anadio, por miedo a irritar a su companero, hasta que punto esa historia del Rahat-lukum le parecia ahora lejana; la cascara infima y ligera de una semilla que habia cambiado toda su vida, hundiendo en ella raices formidables, pero cuya floracion prometia llenar el cielo.

La alta sociedad sodomita no desdenaba pedir a la administracion de las minas que le enviase presos salineros para efectuar trabajos serviles, o como ayuda temporal en ciertas circunstancias excepcionales. La administracion no veia con buenos ojos esas practicas -nefastas para los presos, segun creia-, pero no podia oponer una negativa a cierras personalidades. Asi fue como Taor pudo conocer, bajo la librea de un criado o de un copero, a los duenos de Sodoma, en el curso de largas cenas en las que se reunian. Esas funciones -que respondian a su vocacion alimentaria- le ofrecian un puesto de observacion incomparable. Considerado por los anfitriones y los invitados como inexistente, lo veia todo, lo oia todo, lo registraba todo. Si los jefes de la mano de obra temian que esas horas pasadas en un ambiente lujoso y refinado menguasen la resistencia fisica y moral de los salineros, se enganaban, al menos en el caso de Taor. Por el contrario, nada mas vigorizante para el antiguo principe del azucar que el espectaculo de aquellos hombres y de aquellas mujeres que no eran la sal de la tierra, porque, segun decian, no habia tierra en Sodoma, sino la sal de la sal, o incluso, anadian la sal de la sal de la sal. Pero no se sentia inclinado a apegarse sin reservas a aquellos malditos, aquellos reprobos, unidos por un espiritu acerado de negacion y de escarnio, un escepticismo inveterado, una arrogancia habilmente cultivada. Con toda evidencia eran prisioneros de un prejuicio de denigramiento y de corrosion que respetaban escrupulosamente como la unica ley tribal.

12 Flavio Josefo, La guerra de ios judios, IV, 8, 4.


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