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El Abisinio - Rufin Jean-christophe - Страница 63


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Durante el primer viaje de su amante habia disimulado, y de alguna forma habia mentido a su padre, pues le habia escondido celosamente su pasion. Pero lo hizo con pesar, y habia conservado intacto el respeto que les debia a sus padres. Sin embargo, esta vez todo habia cambiado. La certeza de que su padre habia empleado medios desleales para con ella libero dentro de si la cuerda tirante de la rebelion. Su lucha no se regiria por los buenos principios, y para defenderse recurriria a todas las pobres armas que tenia, e incluso trataria de adquirir otras nuevas y mas poderosas.

Alix espero a que su padre la convocara.

El la llamo a su gabinete dos dias despues de la partida de Poncet.

El consul no tenia ninguna sospecha de su hija. Su egoismo era tal que era incapaz de imaginarse que su persona pudiera infundir sentimientos de hostilidad a los demas o que alguien pensara por si mismo. Por otra parte, el senor De Maillet no tenia nada que ver con la emboscada de su secretario. De hecho, si el consul decidio hablar con su hija para que se pusiera en guardia fue por las insinuaciones de este, y sobre todo por la conducta insolente de Poncet.

– ?Te has fijado en ese boticario? -le dijo sin ninguna animosidad, pues siempre hablaba a su hija con dulzura, como si de ese modo se persuadiera personalmente de que la queria.

– Usted mismo me lo presento, padre -dijo Alix sin turbarse.

«Si cree que la perdiz va a echar a volar con el primer paso del cazador se equivoca», penso su hija.

– Ahora se ha ido y espero que no lo veamos mas. Pero, respondeme, te lo ruego, pues me gustaria tomar algunas medidas en el caso en que intentara volver por aqui: ?Te ha importunado alguna vez?

Alix aliso con sus manos un pliegue de su vestido azul y negro, a la altura de la rodilla, como si quisiera liberarse de una molestia. «?Hasta donde quiere llegar! -penso-. Querra impedirle regresar. ?Que mas da! Si el Rey le recompensa, tambien podra salir de esta…»

– ?Dudas? -pregunto el consul.

– Busco en mis recuerdos. Pero no he reparado absolutamente en nada, padre. He visto muy poco a ese hombre y siempre se ha comportado de la forma mas conveniente.

«No me cree -se dijo-. Lo sabe. Pero hay que negar, negar, negar siempre.»

– ?Estas segura de no haber hecho algun gesto equivoco que haya podido confundir a un corazon vulgar, incitandole a perturbar tu pudor?

– ?Yo, padre? -dijo abriendo desmesuradamente sus ojos azules.

Alix se conocia lo suficiente como para saber que sus pupilas podian ser agua de roca o un lago en cuyas profundidades se podia ver palpitar el engranaje de su corazon.

«Si no lo sabe -se dijo-, vera la pureza de una ingenua en el brillo de mis ojos, y si lo sabe, un cuchillo.»

El senor De Maillet se relajo, se acerco a Alix, tomo una mano entre las suyas y la acaricio como hubiera hecho con un animalito.

– Ya se que mis preguntas son demasiado duras -dijo-, pero intento protegerte. Temia que hubieran llegado a tus oidos las palabras de ese individuo.-?Que palabras, padre? -dijo ella retirando la mano.

– Nada. Despropositos de borracho. Ese hombre es un miserable, como casi todos los aventureros que vienen a parar a esta colonia, desgraciadamente. Por eso te defiendo cuanto puedo de cualquier compania.

– Se lo agradezco, padre -dijo Alix que, mas tranquila despues de ese primer asalto, opto por lanzarse al contraataque-. Gracias a usted, nadie ha perturbado nunca mi virtud. Pero el inconveniente es…

– Tu diras.

– … que aqui me aburro enormemente.

– Lo se -dijo el senor De Maillet, que se alejo unos pasos, dio media vuelta y volvio hacia su hija-. No pensaba comunicartelo tan pronto pero da igual -anadio-. La cuestion es que he emprendido algunas diligencias para que en muy poco tiempo, si, en muy poco tiempo, no te aburras nunca mas.

– ?Que diligencias?

– Te casaras.

Los amantes carecen de juicio, y por un instante creyo que su padre iba a anunciarle que Jean-Baptiste…

– La noticia te desconcierta, lo comprendo -dijo el consul-. Piensa sin embargo que ya es tiempo.

Alix hizo una prudente reverencia para demostrar que acataba la voluntad de su padre.

– ?Y puedo saber a quien ha concedido mi mano? -pregunto con una voz humilde.

– A alguien a quien veras llegar muy pronto. No digo que venga de Francia unicamente con tal proposito, pero casi. Es un hombre de una excelente familia, y nuestro pariente Pontchartrain responde personalmente de sus meritos, lo que no es poco.

Alix hizo otra reverencia y no pregunto nada mas, una actitud que el consul acogio con alivio a la vez que con sorpresa. No temia recibir una negativa, pues estaba seguro de su autoridad, pero siempre podian haber gimoteos, preguntas y un abanico de emociones que, sin ser un obstaculo, habrian supuesto una engorrosa complicacion. «Uno se imagina siempre que el corazon de las jovencitas es mas complicado de lo que es en realidad -penso-. Pero si estan bien educadas, todo es sencillo.» El senor De Maillet miro a Alix, aquel irreprochable producto del orden y de la familia, y se enternecio.

– Padre -dijo-, espero ver a ese hombre del que me habla y nodudo de que sabre reconocer sus cualidades, al parecer tan meritorias.

El senor De Maillet sonrio afectuosamente.

– No obstante -prosiguio la joven-, supongo que mi matrimonio no se celebrara de hoy a manana, y hasta entonces me gustaria que me concediera un favor.

– Tu diras, hija.

– Vera, el clima de El Cairo me extenua, estoy desmejorada. Mire que palidez. Y me parece que incluso para atraer la mirada de un pretendiente…

– ?Que dices? Yo te encuentro resplandeciente.

– Es porque me he puesto arrebol. Ademas, una no se entera todos los dias de que va a casarse. Tal vez sea eso lo que ahora me da estos colores. Pero creame, padre, me siento muy debil.

– Aun nos quedaremos en El Cairo algunos anos mas. Tendras que acostumbrarte -dijo el senor De Maillet con un tono perentorio-. Si te casas con el hombre que te digo, tal vez puedas irte a otra parte. Pero te prevengo que es un diplomatico de Oriente y puede ser que un dia tengas que sufrir aun mas incomodidades. ?Te imaginas recluida en una legacion en Damasco o Bagdad? ?No conoces esas ciudades! Al menos aqui esta el aire del Nilo…

– Precisamente, padre. Eso es todo cuanto deseo. No echo de menos la sociedad de El Cairo. Solo necesito un poco de naturaleza, de aire libre. Usted posee una residencia en el campo, a una legua de Gizeh. Permitame pasar alli unos dias con mi madre y algunos criados.

– Esa casa no es salubre -dijo con prontitud el consul-. Hay mosquitos muy daninos en el rio y enfermarias de fiebres.

– En verano. Pero en el invierno es saludable. Me parece que su antecesor iba dos meses al ano.

«En el fondo -se dijo el consul- lo esencial es que no ponga reparos en casarse. Asi que habra que darle alguna recompensa a cambio. No fomentemos la rebeldia alli donde, por el momento, todo son buenas disposiciones.»

– No quiero que tu madre se ausente de El Cairo. El consulado no puede estar mucho tiempo sin ella.

Era un curioso cumplido, aunque autentico. Al decir «el consulado», el senor De Maillet se referia evidentemente a si mismo.

– En ese caso, ire unicamente con los criados -dijo Alix.

– ?Con quien? ?Con esa lavandera que no se separa ni un instante de ti y de la que no me han hablado muy bien?«El odioso Mace se ha explayado a gusto», penso Alix.

– ?Que tiene que reprocharle, padre? -dijo recurriendo de nuevo a sus grandes ojos, que mantuvo medio abiertos y completamente fijos en los del consul.

– En todo caso -dijo el desviando la mirada- dos mujeres no pueden quedarse solas en aquel lugar. Necesitaras dos guardias de los nuestros, y le pedire al aga unos jenizaros para que custodien la linde del parque.

– Asi que acepta…

– Para que tengas un buen color -dijo su padre con el semblante hurano-. Y con la condicion de que regreses en cuanto te lo pida, pues el hombre que esperamos no se demorarara mucho.

Alix acepto las condiciones y desaparecio, satisfecha por haber salido airosa de aquel trance.

El senor De Maillet dio las ordenes pertinentes y, satisfecho tambien de la entrevista, paso el resto de la manana escribiendo tres cartas, una al canciller Pontchartrain y las dos restantes a conocidos suyos para ponerles en guardia contra Poncet. Describio al hombre como un borracho, un cuentista de quien no se podia creer una sola palabra, un crapula sediento de ambicion. El consul dejaba claro que tenia grandes dudas respecto a la veracidad del relato del viaje a Abisinia, e incluso sugeria que aquel mitomano probablemente ni siquiera habria ido mas alla de la frontera de Senaar. Los argumentos que el senor De Maillet esgrimio sobre este ultimo punto eran bastante pobres, pero la Providencia quiso que reuniera algunos mas los dias siguientes.

Al igual que ocurrio despues de la partida de la mision del padre De Brevedent, el superior de los capuchinos, aquel giganton hirsuto que se hacia llamar don Pasquale, volvio a presentar de nuevo sus quejas al consul. Se habia enterado de que el padre Plantain y los abisinios habian viajado a Versalles y protestaba contra lo que denominaba el «favoritismo de Francia hacia una congregacion en particular». El senor De Maillet le respondio con toda amabilidad diciendole que no tenia favoritismos con nadie y que estaba a su disposicion para apoyar los esfuerzos de su orden, en cualquier otra circunstancia, si podia.

– Esto viene como anillo al dedo -dijo el cura italiano-. Pronto mandare una missione hacia Abisinia.

– ?Otra vez? -exclamo el consul.

– Por el momento nos quedamos en Senaar, y persona ha entrado piu lontano. -Y anadio con perfidia-: Ni siquiera vostro protegido.

– ?Mi protegido?

– ?Si, el signore Poncet!

El consul parecia estar muy interesado y le hizo repetir al padre Pasquale sus palabras. Este confirmo que, segun las informaciones fidedignas de sus hermanos en Senaar, despues de huir de la ciudad, Poncet solo habia estado a unas diez leguas de la frontera, en un pueblo abisinio que hacia las veces de aduana, que no le habian permitido ir mas lejos, que habia esperado alli varios meses, que incluso se habia casado por los ritos de la region con una indigena, lo cual no era dificil, y que habia regresado contando fantasias sobre un emperador que no habia visto jamas.

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