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Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel - Страница 22


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»En medio del gran sentimiento de repugnancia que me invade ya no se que decision tomar. Quisiera por una vez escapar a los banos de sangre que hasta ahora siempre han zanjado todos mis conflictos domesticos. En mi desolacion busco una autoridad tutelar a la que poder someter mis problemas familiares, pero sobre todo las diferencias que me oponen a mis hijos. Puesto que todo parece tramarse en Roma, ?por que no recurrir a Augusto, cuya brillante reputacion no cesa de ir en aumento?

»Fleto una galera y embarco en compania de Alejandro y de Aristobulo con destino a Roma. Alli debiamos reunimos con Antipater, que se encontraba estudiando en esta ciudad. Pero el Emperador no estaba alli, y solo supieron darnos informaciones muy vagas acerca del lugar donde se encontraba. Comienza con mis tres hijos una obstinada busqueda de isla en isla y de puerto en puerto. Finalmente, vamos a recalar en Aquilea, al norte del Adriatico. Mentiria si dijera que Augusto se alegro al ver que turbabamos su reposo en esta residencia de ensueno con el desembarco de toda una familia, de la cual ya oia hablar con demasiada frecuencia. La explicacion se desarrollo en el curso de una tempestuosa jornada, en medio de una apasionada contusion. Mas de una vez rompimos a hablar los cuatro al mismo tiempo, y con tanta vehemencia que casi parecia que ibamos a llegar a las manos. Augusto sabia a las mil maravillas enmascarar su indiferencia y su hastio con una inmovilidad escultural que podia confundirse con la atencion. No obstante, la increible refriega domestica a la que asistio, a pesar suyo visiblemente acabo por sorprenderle, incluso por interesarle, como un combate de serpientes o una batalla de cochinillas. Al cabo de varias horas, cuando nuestras voces empezaban a enronquecer, salio de su silencio, nos mando callar, y nos anuncio que despues de haber sopesado cuidadosamente nuestros argumentos, iba a dictar sentencia:

»-Yo, Augusto, emperador, os ordeno que os reconcilieis y que a partir de ahora vivais en buena armonia -decidio.

»Tal fue la resolucion imperial que tuvo que bastarnos. ?No era gran cosa al lado de la expedicion que habiamos emprendido! Pero hay que admitir que era una idea muy extrana ir a buscar un arbitro que zanjara nuestros conflictos familiares. Sin embargo, yo no podia irme con tan menguadas ventajas. Hice como si me dispusiera a retrasar mi partida. Augusto, malhumorado, buscaba desesperadamente la manera de desembarazarse de nosotros. Medi atentamente su creciente exasperacion. En el momento oportuno cambie bruscamente de tema y aludi a las minas de cobre que poseia en la isla de Chipre. ?No se habia hablado tiempo atras de confiarme su explotacion? Aquello era pura invencion mia, pero Augusto aprovecho avidamente la ocasion que le ofreci de vernos desaparecer. Si, de acuerdo, podia explotar aquellas minas, pero la audiencia habia terminado. Nos despedimos de el. Al menos yo no me iba con las manos vacias…

»Cuando se gobierna hay que saber sacar provecho de todo. Con la ramita que me habia dado Augusto en Jerusalen encendi una gran hoguera. Ante todo el pueblo alborozado anuncie que el problema de mi sucesion ya estaba resuelto. Mis tres hijos que presente a la muchedumbre -Alejandro, Aristobulo y Antipater- se repartirian el poder, y el primogenito, Antipater, ocuparia en esa especie de triunvirato una posicion preeminente. Anadi que por mi parte, con la ayuda de Dios, aun me sentia con fuerzas para conservar durante mucho tiempo mas toda la realidad del poder, aunque concediendo a mis hijos el privilegio de la pompa real y de una corte personal.

»Las fuerzas tal vez… pero las ganas… Nunca el deseo de evasion habia sido mas fuerte en mi. Despues de haber arrojado asi un manto de purpura sobre aquel bullebulle familiar, parti para sumergirme de nuevo y lavarme en los esplendores de mi amada Grecia. Los Juegos Olimpicos, en plena decadencia, amenazaban con desaparecer pura y simplemente. Yo los reorganice, creando fundaciones y becas que garantizaban su porvenir. Y para aquel ano asumi el papel de presidente del jurado. Me embriague con el espectaculo de aquella juventud triunfal bajo el sol. Tener dieciseis anos, el vientre liso y los muslos largos, y no tener mas preocupacion que lanzar el disco o emprender la carrera de fondo… Para mi no habia la menor duda: si el paraiso existe es griego, y tiene la forma oval de un estadio olimpico.

» Luego este parentesis radiante se cerro, y volvio a poseerme mi oficio de rey, con su grandeza y su inmundicia. Fue en esa epoca cuando tuvo lugar, con un despliegue de pompa inolvidable, la consagracion del nuevo Templo. Luego fui a Cesarea para terminar los trabajos en curso y presidir la inauguracion del nuevo puerto. Antes alli solo habia un fondeadero de mala muerte, aunque era indispensable por estar situado a medio camino entre Dora y Joppe. Todo navio que bordease la costa fenicia tenia que anclar frente a aquella costa cuando soplaba el viento del sudoeste. Estableci en aquel lugar un puerto artificial haciendo sumergir en veinte brazas de fondo bloques de piedra de cincuenta pies de largo y diez de ancho. Cuando este amontonamiento alcanzo la superficie del agua, hice levantar sobre esta base un dique de doscientos pies de anchura, con varias torres, la mas hermosa de las cuales recibio el nombre de Drusio, por el yerno de Cesar. El puerto se abria al norte, porque aqui el boreas es el viento del buen tiempo. A ambos lados de la entrada se erguian colosos como dioses tutelares, y en la colina que domina la ciudad un templo dedicado a Cesar albergaba una estatua del Emperador inspirada en el Zeus de Olimpia. ?Que hermosa era mi Cesarea, toda de piedras blancas, con sus escaleras, sus plazas, sus fuentes! Aun estaba terminando los almacenes portuarios cuando me llegaron de Jerusalen los gritos de indignacion de Alejandro y de Aristobulo, porque mi ultima favorita se vestia con las ropas de su madre Mariamna, y luego las injurias de mi hermana Salome, que se peleaba con Glafira, la mujer de Alejandro. Ademas Salome me inquietaba aliandose con nuestro hermano Peroras, un inestable, un enfermo, a quien yo habia dado la lejana TransJordania, pero que no perdia ocasion de desafiarme, por ejemplo, queriendo casarse con una esclava elegida por el en vez de la princesa de la sangre que yo le destinaba.

«Todos los anos, en el periodo mas seco del verano, el aprovisionamiento de agua se hacia dificil en Jerusalen. Hice doblar las conducciones que a lo largo del camino de Hebron y de Belen llevaban a Jerusalen el agua de los estanques de Salomon. Dentro de la misma ciudad, un conjunto de albercas y de cisternas proporciono un aprovechamiento mejor de las aguas pluviales. Mientras, una prosperidad sin precedentes encontraba su expresion en nuestra moneda de plata, cuya proporcion de plomo paso de veintisiete a trece por ciento, sin duda la mejor aleacion monetaria de toda la cuenca mediterranea.

»No, no eran motivos de satisfaccion lo que me faltaban, pero apenas contrapesaban las causas de irritacion que me producian diariamente los informes de mi policia acerca de la inquietud que habia en la corte. Circulo el rumor de que yo habia tomado por amante a Glafira, la joven esposa de mi hijo Alejandro. Luego, ese mismo Alejandro aseguro que su tia Salome -que ya tenia mas de sesenta anos- por la noche se metia en su cama, y le obligaba a mantener relaciones incestuosas. Mas tarde hubo el asunto de los eunucos. Eran tres, se ocupaban respectivamente de mi bebida, de mis comida y de mi aseo, y por la noche compartian mi antecamara. La presencia junto a mi de esos orientales siempre habia sido motivo de escandalo para los fariseos, que daban a entender que los servicios que me prestaban iban mucho mas alla de lo referente a mi mesa y a mi aseo. Entonces me contaron que Alejandro los habia sobornado convenciendoles de que mi reinado iba a durar ya muy poco, y que a pesar de mis disposiciones testamentarias, solo el me sucederia en el trono. La gravedad del asunto se debia a la intimidad que esos servidores tenian conmigo, y a la confianza que yo tenia que concederles. Quien tratase de corromperles solo podia tener los mas negros propositos. Mi policia se puso en accion, y esta es una de las fatalidades de los tiranos, que a menudo se ven impotentes para templar el celo de los hombres a los que han confiado su propia seguridad. Durante semanas enteras Alejandro quedo incomunicado, y el palacio resono con los gemidos de las personas que le eran mas allegadas, y a las que torturaban mis verdugos. Sin embargo, una vez mas consegui restablecer una paz precaria dentro de mi casa. Me ayudo a ello Arquelao, rey de la Capadocia, quien se apresuro a acudir, inquieto por la suerte que podian correr su hija y su yerno. Con mucha habilidad, empezo colmandoles de maldiciones, pidiendo para ellos un castigo ejemplar. Yo le deje decir, satisfecho de ver que asumia el papel indispensable de justiciero, reservandome aquel, tan raro en mi, de abogado de la defensa y de la clemencia. Las confesiones de Alejandro nos ayudaron: el joven hizo responsable de todo el asunto a su tia Salome, y sobre todo a su tio Peroras. Ese ultimo decidio declararse culpable, lo cual hizo inmediatamente, con toda la extravagancia de su naturaleza: vestido de negros andrajos, con la cabeza cubierta de ceniza, fue a arrojarse a nuestros pies hecho un mar de lagrimas, y se acuso de todos los pecados del mundo. De golpe, Alejandro resultaba casi completamente disculpado. Solo me quedaba disuadir a Arquelao, que queria llevarse a su hija a la Capadocia, diciendo que se habia hecho indigna de seguir siendo mi nuera, aunque en realidad lo que pretendia era sacarla de un avispero temible. Le escolte hasta Antioquia, y alli deje que siguiera su camino cargado de regalos: una bolsa de setenta talentos, un trono de oro con incrustaciones de piedras preciosas, una concubina llamada Panniquis y los tres eunucos que estaban en el origen de todo aquello, y a los que ya no podia, a pesar de todo, conservar a mi servicio intimo.

«Cuando se trata de justificar el proceder de los principes, suele recurrirse a una especie de logica superior -que tiene poco que ver o que esta en flagrante contradiccion con la del comun de los mortales- y que se llama la razon de Estado. Adelante con la razon de Estado, pero sin duda aun no soy del todo un hombre de Estado, porque no puedo asociar estas dos palabras sin echarme a reir sarcasticamente por entre mi rala barba. ?Razon de Estado! Es bien cierto, claro esta, que se llama Eumenides- es decir, Benevolas- a las Erinnias o Furias, hijas de la tierra que tienen por cabellos serpientes entrelazadas, que persiguen el crimen blandiendo un punal con una mano y una antorcha encendida en la otra. Esta es una figura de estilo que se llama antifrasis. Sin duda tambien por antifrasis se habla de razon de Estado, cuando se trata tambien evidentemente de locura de Estado. El sangriento frenesi que sacude a mi desventurada familia desde hace medio siglo ilustra bastante bien esa especie de sinrazon que procede de las alturas.

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