La Joven De Las Rosas - Kretser Michelle de - Страница 41
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Saint-Pierre no se molesto en ocultar su escepticismo.
– No deberia desestimar el desden que sienten los ciudadanos corrientes hacia los enemigos del Estado -dijo el abogado con remilgo-. Si no actuamos sobre la base de esta prueba, ?no podrian considerarnos culpables de traicionar la Revolucion?
Ni siquiera un estupido habria pasado eso por alto.
– Ademas -continuo Chalabre con un tono mas suave, como si hubiera visto el miedo en los ojos del magistrado-, en una ocasion me confeso usted que sospechaba que habia habido participacion oficial en las matanzas de la prision. ?Quien mas podria haber sido responsable?
De modo que Saint-Pierre habia aprobado la orden de arrestar a Luzac.
Tampoco logra dar con el azucar -la verdad, ?donde guarda Berthe esas cosas?-, pero un tarro de mermelada de albaricoque del verano anterior servira igual de bien. De hecho, lo prefiere con mermelada. Con la punta del cuchillo dibuja una rejilla en forma de rombo sobre la superficie de la cruchade; luego la corta a lo largo de las lineas.
Lo que no ha dicho a Chalabre es que su informante le conto que habia hablado con una prostituta que le aseguro que Mazel se habia convertido en espia de la policia. La semana anterior, sin ir mas lejos, lo habia sorprendido hablando con dos hombres que trabajaban para el fiscal; de modo que no podia entender por que lo habian detenido, pero ?para que servia la policia si no para hacer la vida mas dificil a los ciudadanos honrados?
Empieza a freir. La mantequilla sisea, y el se esta quedando un poco sordo, porque no oye la puerta abrirse y se sobresalta, dejando caer la cuchara, cuando a sus espaldas una voz le dice:
– No es que pensara que fuera un intruso. Pero en este pais se toman la comida tan en serio que no podia estar seguro. Por lo que se, podria ser una costumbre entrar en las casas solo para cocinar…
Stephen se aferra a una silla pero se golpea el codo contra una esquina de la mesa al caer al suelo. Con la cabeza ladeada, Brutus lo contempla ensayando posibilidades; luego vuelve a acomodarse, dando la espalda al recien llegado.
– Saliva -dice Stephen con amargura, sujetandose el codo y levantandose hasta sentarse en una silla-. Saliva fria. Repugnante. Tres veces en dos semanas. Chucho del demonio.
Saint-Pierre, empunando una espumadera, levanta los rombos dorados y los deja en un plato.
– Se esta haciendo viejo. Babea mas y muerde menos.
– Tratare de verlo de ese modo.
– ?Sabe? -dice Saint-Pierre pensativo-, fue en esas mismas Navidades cuando lo note por primera vez: cuando alguien entra de fuera, donde hace frio, hasta que la puerta se cierra no sientes la corriente.
Frotandose las contusiones, Stephen considera ese comentario y acaba llegando a la conclusion de que en su superficie no hay grietas donde esperar razonablemente encontrar un punto de apoyo. Observa como una espesa capa de albaricoque se extiende sobre la cruchade.
– El cielo de esta noche, por encima del horizonte al ponerse el sol -comenta-. Exactamente el mismo tono de naranja.
– Es un plato tradicional de la region. -Saint-Pierre le tiende la fuente-. No gusta a todo el mundo -dice esperanzado-. Pruebe un trocito.
– Delicioso.
Saint-Pierre suspira.
12
En Paris habian decidido antedatar el futuro, que se considero iniciado con la proclamacion de la Republica, una e indivisible, en otono de 1792. De modo que doce meses despues, el primer nuevo calendario proclamaba que ya era el ano II. Era como si hubieran trazado una linea debajo del pasado, sumado sus logros y descubierto que el total era poco impresionante, penso Joseph. Como si ya hubieran malgastado demasiado tiempo y no tuvieran mas que perder.
Saint-Pierre siguio con la mirada la de Joseph. Vendemiaire, el mes de la vendange o vendimia. La ilustracion del calendario mostraba a una joven escultural con los brazos llenos de racimos de uva y hojas de parra alrededor de su frente. Sus redondos pechos al descubierto insinuaban una voluptuosidad en picante contraste con su mirada acusadora.
– Por lo menos no es san Marcos.
– ?Perdon?
– El patron de los vinedos.
– Ah. -Joseph limpiaba sus anteojos-. Si, sin duda es diferente.
– Ustedes los hombres de la Revolucion son poetas. Los nombres que han invocado: brumario, el mes brumoso, pradial, el mes de los prados.
– Es el culto a la naturaleza. Liberado de las supersticiones cristianas de que esta cargado el viejo calendario. Los republicanos viviran en armonia con los ritmos del mundo natural.
– Que les concede al parecer un solo dia de descanso cada diez dias. ?Esta seguro de que quieren que los liberen de los domingos?
– Las unidades decimales son mas logicas.
– Solo por un arbitrario capricho de la aritmetica. ?Y si contaramos en unidades de nueve o de doce?
Joseph noto, con algo parecido a la desesperacion, que la conversacion se le estaba yendo de las manos.
El oficinista que estaba sentado en un cuchitril fuera de la oficina de Saint-Pierre entro timidamente despues de llamar y entrego al magistrado uno, dos, cuatro documentos que requerian su firma urgente.
Con un esfuerzo, Joseph logro no mirar a la mujer del calendario. Todas las superficies de la atestada oficina -el escritorio, los armarios, las sillas, el suelo- estaban inundadas de cajas llenas de escrituras y fajo sobre fajo de documentos atados con una cinta escarlata. Habia una estrecha ventana, adornada con telaranas, que miraba al este. Reparo en el olor a lacre, y en una fila de hormigas que salian en una linea oblicua de detras de una estanteria.
Antes de que la puerta se hubiera cerrado de nuevo detras del oficinista, informo del motivo de su visita.
Tras un largo silencio, durante el cual Joseph miro con fijeza a las hormigas, el magistrado dijo:
– ?Y Sophie? ?Sabe…?
– Me parecio correcto hablar antes con usted. -Joseph se censuro al instante por presuntuoso y torpe; sin embargo, habia creido que era lo que el honor exigia cuando noche tras noche habia vagado por las calles con los postigos cerrados y observado abatido como el escrupulo aniquilaba el deseo-. El comite… usted tal vez no apruebe…
– Muy puntilloso de su parte -dijo Saint-Pierre. Bastante secamente, penso Joseph; pero le falto valor para levantar la mirada hacia la cara del magistrado.
– Me regalo un geranio -murmuro el.
– Luzac va a ser juzgado por el tribunal revolucionario en lugar de en mi sala de tribunal. Chalabre me informo ayer que habian cambiado los cargos y que ahora lo acusaban de sedicion, ya que los asesinatos de la prision significaban un intento de volver a la opinion publica contra la Revolucion.
– Lo se.
– Se que lo sabe. Por orden del Comite Central. Digame, Morel, cuando el comite decidio pasar al tribunal el caso de Luzac, ?estaba al corriente de que el habia contraacusado a nuestro alcalde de complicidad en la matanza?
Seguro del terreno que pisaba, Joseph levanto por una vez la mirada.
– Luzac dira cualquier cosa con tal de salvarse, ?no? Ricard es un orador y detesta a los curas, los discursos que pronuncia en el club son coloridos. Mas alla… -Se encogio de hombros.
– Luzac alega que las muertes fueron enteramente idea de Ricard. Afirma que Durand, el tipo que sacaron del rio, se reunio con ambos para recibir instrucciones. Mas tarde, cuando hubo un gran revuelo por la matanza, Ricard lo arreglo todo para que Durand fuera asesinado… por quien, Luzac no lo sabe. Dice que Durand tenia un complice, que se creia que se habia alistado como voluntario y habia sido dado por desaparecido en accion desde entonces, y a quien, en realidad, silenciaron antes de que yo pudiera interrogarlo. Niega conocer a Mazel e insiste en que las pruebas son una sarta de mentiras que se han inventado Ricard, o Chalabre o ambos.
– Bueno, el juicio demostrara la verdad o la falsedad de sus alegaciones.
– Mi estimado Morel, el tribunal revolucionario demuestra exactamente lo que se propone demostrar. Como bien sabe.
Joseph se miro fijamente las manos, que tenia sobre las rodillas.
– Pero probablemente no se ha enterado de la noticia con que me ha recibido hoy mi secretario: han encontrado a Mazel ahorcado en su celda esta manana. Presa de los remordimientos durante la noche, segun el director de la prision. -Saint-Pierre hizo una pausa-. Es curioso que haya ocurrido la noche siguiente a que lo trasladasen, de forma inexplicable, a una celda individual.
Esta vez la sequedad fue inconfundible.
– Di mi palabra a Ricard de apoyarlo hasta finales del proximo verano -dijo, y sono como una suplica-. No tengo mas que un voto y ellos son tres.
– Todos le consideran a usted un buen hombre, un hombre honorable. Usted es la razon por la que el consejo aprobo el comite. ?Lo sabia?
Abatido, el nego con la cabeza.
– Del mismo modo que yo fui el motivo de que se pusiera freno al escandalo desatado por la matanza. A la sociedad le gusta personificar en alguien su conciencia. Asi como a sus cabezas de turco. La ley se invento para evitarlo y declarar correcta o equivocada la expresion de una voluntad colectiva que resuena mas alla de la responsabilidad individual. Tanto usted como yo deberiamos haberlo recordado. -Saint-Pierre se inclino hacia delante-. Me han dejado claro que ya no me necesitan, Morel. ?Cuanto tiempo cree que van a seguir necesitandolo a usted?
– Se equivoca con respecto a Ricard -insistio el-. El tambien es un buen hombre, totalmente entregado. Quiere una vida mejor para sus hijos, para todos. Es posible que sea… -?cual era la palabra?- riguroso, pero le aseguro que siempre actua en beneficio de la Revolucion.
– Que aterrador.
Al cabo de un momento, Joseph dijo:
– Le debo mucho, ?comprende?
– Estaba escribiendo mi carta de dimision cuando ha entrado. Y dado que, por el bien de mis hijas, no deseo mostrarme provocador, la razon que aduzco son problemas de salud. -El magistrado sonrio-. ?Cuantos hombres han dimitido de cargos publicos los pasados doce meses alegando mala salud? Como medico, debe de haber observado la epidemia.
Joseph abrio la boca, pero Saint-Pierre se le adelanto.
– En cuanto a Sophie, hace tiempo que mis hijas hacen lo que les place. Sophie es adulta, y bastante capaz de decidir por si misma sobre su matrimonio, como estoy seguro de que se da cuenta. Pero como hombre escrupuloso ha acudido antes a mi, cortesia que le agradezco. Asi pues, le pediria que antes de seguir adelante, considerara lo siguiente: Sophie es aristocrata, su hermana esta casada con un emigrante y su padre no ha estado a la altura de los requerimientos de la Revolucion. Si se casa con ella, ?no les daria el pretexto que andan buscando?
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