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La Joven De Las Rosas - Kretser Michelle de - Страница 13


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– Me he preguntado muchas veces de quien fue la idea.

– Apenas era un cachorro. Rinaldi lo oyo gemir en el bosque. Preguntamos por los pueblos y pusimos letreros por Castelnau, pero nadie se presento para reclamarlo.

– Que raro.

Ella se apoyo contra las rodillas de Stephen y sonrio.

– ?Sigues loco por Claire? Supongo que debes de estarlo o no habrias venido.

El rio y le tiro de un mechon.

Lo cierto era que habia estado a punto de quedarse en Paris. Habia tenido un enorme atelier orientado al norte y con vistas al Sena, donde se presentaba toda clase de gente para decirle cosas agradables sobre su obra e invitarle a cenar, a conciertos o al teatro. En un cafe del Palais Royal habia una joven de hoyuelos, ojos azules y caracter afable que le complacia. Los castanos habian florecido en los parques y a lo largo de las avenidas. En la Asamblease estaban decidiendo grandes cuestiones; en cada esquina un chico vendia periodicos, gritando hasta desganitarse. El trasnochaba bebiendo, charlando y discutiendo; al volver andando a casa una fria manana de mayo habia visto el sol elevarse por encima de Notre Dame. Habia descubierto un sastre excelente y adquirido una nueva chaqueta a juego con el color de sus ojos. En el obligatorio peregrinaje a Ermenonville, a sesenta y cinco kilometros de Paris, todos los componentes de su grupo habian llorado de emocion ante la tumba de Rousseau. Todos sus amigos le habian insistido en que pasara el verano en sus fincas. Hasta le habian ofrecido una cuarta parte de una cantante particularmente atractiva. El habia rehusado, por supuesto; el amor debia intercambiarse libremente, no podia comprarse ni venderse. Claro que todo era parte de la brillante aventura en la que se habia embarcado su vida.

Una docena de veces se habia propuesto escribir alegando un encargo urgente, una repentina pero persistente indisposicion.

Pero al despertar una tarde lluviosa, hizo el voto de vivir de manera distinta, sin distracciones, consagrado a su obra. Recordo la paz de Montsignac, el rio que corria mas alla del jardin, las habitaciones llenas de luz. Penso en dibujar los bosques, las meriendas en los prados, imagino a las hermanas riendo juntas y las sonrisas que tendrian para el.

Y cuando volvio a ver a Claire, se dijo que todas las demas -las jovenes de los cafes, las modelos que frecuentaban su estudio, las elegantes e ingeniosas damas que bromeaban con el en los salones- solo habian sido maneras agradables de pasar el rato.

Hay semanas en que rayas, manchas y hasta trozos enteros de cielo azul inducen a salir de casa sin abrigo, de modo que el viento, al soplar por una esquina, se mete por el cuello y uno se da cuenta de que el sol, que hace un minuto brillaba con firmeza, ha sido engullido entero por las nubes; pero luego, sin previo aviso, llega el verano y se nota la diferencia.

Brutus, feliz y saciado, se revolco a los pies de Mathilde dejando a la vista su barriga espantosamente moteada.

– Tripa de rana -canturreo ella en voz baja, con infinita ternura-, huevas de perro.

7

El almuerzo consistio en sopa de ajo y hierbas, rinones de vaca con cebolla frita, fricando de pato, una fuente de alcachofas marinadas, guisantes, un pequeno solomillo asado rociado de tuetano derretido y con una guarnicion de tuberculos, ensalada de achicoria y lengua de buey. El postre -tarta de limon, galletas, cerezas, fresas y compota de ciruela- aguardaba en el aparador.

– ?Mirad esas zanahorias! -exclamo Mathilde-. ?Y los nabos! Los han cortado en forma de flores y estrellas, de algo que podria haber sido un barco o un sombrero.

– Berthe penso que atraerian al forastero de temperamento artistico -dijo Jacques.

– ?Que delicia! Transmita mi mas sincero agradecimiento a Berthe.

– Cuando yo era joven -comento Saint-Pierre- estaba de moda servir el pollo al estilo murcielago. Se trataba de atar el ave con las alas estiradas sobre el estomago y las patas dobladas debajo, y a continuacion golpearlo hasta romper los huesos grandes. Se servia a la parrilla con una salsa de hierbas.

– ?Es cierto que en el Nuevo Mundo cada dia comen patatas? -Claire arrugo la nariz-. No me las imagino imponiendose en Francia, por mucho que digan que su sabor es comparable al de las trufas y las castanas.

– ?Pero si son deliciosas, correctamente preparadas con mantequilla y sal! Y dicen que nutritivas. ?No es cierto, Morel?

– Si el ciudadano Parmentier es de fiar, asi es. -Sentado a la derecha de Sophie, a Joseph le costaba no distraerse con el escote de su vestido-. De cualquier modo, el defiende la patata como pienso para animales. Y como cultivo barato y que llena adecuadamente el estomago de los pobres.

– Bueno, supongo que ellos comeran cualquier cosa.

– No tan de buena gana como imaginas. En Borgona se ha extendido el rumor de que las patatas producen lepra, de modo que nadie se atreve a plantarlas. Cuando la supersticion revuelve el puchero, el apetito no siempre es la mejor salsa.

– Cuando sea mayor no pienso comer mas que verdura.

– «Con leche, huevos, ensalada, queso, pan moreno y vino corriente me doy por suficientemente agasajado» -cito Stephen-. De modo que, en cuestiones dieteticas, eres una rousseauniana ortodoxa.

– Esto no tiene nada que ver con el y su nauseabundo Emilio. Es cruel comer animales… Uno hubiera creido que cualquiera lo ve. Pero Sophie se niega a hacerme caso. Reprime a menudo la libre expresion de mi naturaleza.

– ?Coincide usted con Rousseau en que los hombres que comen carne son mas proclives a la violencia que los que la evitan? -Sophie iba peinada de manera distinta, los tirabuzones le caian con suavidad alrededor de la cara. El se habia cortado el pelo muy corto y se lo habia peinado hacia delante al nuevo estilo revolucionario. ?Lo habia notado ella?

– Bueno, en lo que se refiere a las pruebas cientificas… Pero, como recordaran, para apoyar su afirmacion cita la barbarie de los ingleses locos por el roast beef… un argumento bastante contundente, ?no les parece?

Con las risas de los comensales, la opresion que Joseph sentia en el pecho disminuyo. ?Que importaba si su mejor abrigo tenia las mangas gastadas? Se ajusto los anteojos, sintiendose cada vez mas osado.

– Tal vez la preferencia de Rousseau por la dieta vegetariana sea una metafora inconsciente de su creencia en que la desigualdad que existe en nuestra sociedad permite a los ricos canibalizar a los pobres.

En el silencio que siguio, Sophie ladeo la cabeza y miro a Joseph. Lo miro de verdad, como si lo viera por primera vez, penso el, notando que se ruborizaba. Ella desvio la cara.

– Un tema fascinante, la conexion entre el cambio social y las modas culinarias. -Saint-Pierre se limpio la boca con una servilleta-. Hace doscientos o trescientos anos en este pais, las especias orientales como el jengibre, la pimienta de malagueta, la galanga y demas, se utilizaban a diario en las cocinas aristocraticas. Luego, el siglo pasado, nuestros cocineros empezaron a criticar los platos con especias que se seguian sirviendo en el resto de Europa. Nuestras hierbas autoctonas hicieron furor. Ahora comemos comida sazonada con perifollo, tomillo, estragon, cebollinas, albahaca… hierbas tan accesibles al campesino como a su senor. Se podria sostener que cuando disminuyen las diferencias entre la cocina de los pobres y la de los ricos, es inevitable una revolucion.

– Mi padre esta escribiendo un tratado sobre la historia de la cocina francesa -explico Sophie. En uno de los ojos, el izquierdo, tenia una mota dorada en su iris marron oscuro. Y en mitad de la frente, una pequena arruga vertical. A Joseph esas imperfecciones se le antojaban una clase superior de perfeccion. Volvio a apurar su copa.

– Ultimamente he estado pensando en los pasteles de carne. ?Por que han caido en desgracia? En la Edad Media se cubria todo de masa. En los banquetes, los grandes trozos de carne siempre se servian dentro de una costra de masa, y en la mesa de un pobre todo acababa convertido en pastel: los lirones, los tejones.

– Nosotros tambien contamos entre los pobres -dijo Mathilde a Joseph-. Mas que nunca ahora, que los tribunales se han declarado en vacaciones indefinidas y los magistrados se ven obligados a vivir de sus fortunas. Como mi padre no tiene ninguna, pronto estaremos comiendo exclusivamente patatas. No me quejare. Mostrare alegre fortaleza ante la adversidad.

– Confio en que podamos ahorrarnoslo. -Pero la expresion de Saint-Pierre era sombria.

– El viejo sistema sera reemplazado por jueces y tribunales que habran sido elegidos por votacion -dijo Joseph-. Sera mas justo. La justicia no debe estar corrupta… -Y se apresuro a anadir-: Naturalmente, no era mi intencion…

Saint-Pierre resto importancia al comentario con un ademan.

– Tiene toda la razon. Hace un siglo que los tribunales estan pidiendo una reforma.

– El tiempo no ha vuelto a ser el mismo desde que esa gente empezo a hacer cosas con cometas durante las tormentas de rayos.-Jacques salio de la habitacion indignado, acompanado de un estruendo de platos que no presagiaba nada bueno.

– Se esta volviendo imposible -comento Claire a Sophie-. Tu no lo notas porque te has acostumbrado.

– ?Se presentara a las elecciones, senor?

A Joseph no le paso por alto el «senor». Pero ?que podia esperarse de un forastero? El mismo habia sido incapaz de dirigirse a Saint-Pierre como ciudadano, de modo que no lo habia llamado de ninguna manera. Ultimamente habia estas pequenas dudas, pequenos obstaculos alrededor de los cuales discurria la conversacion.

– No tengo eleccion. Dicen que recuperaremos el poder adquisitivo de nuestros sueldos deduciendolos de nuestros impuestos, pero… -Saint-Pierre se encogio de hombros-. Mientras tanto, preferiria no poner a prueba la fortaleza de Mathilde.

En el centro de la mesa habia un recipiente lleno de rosas. Stephen arranco una, torciendo el arreglo y esparciendo petalos.

– Son sorprendentes los colores que hay en una sola flor. Fijense… rosa oscuro tenido de burdeos y morado. Y en el centro un tono mas palido. ?Como se llama, Sophie?

– Rosa burgundica. Pero la llamamos rosa de San Francisco.

– Afortunado san Francisco. ?Que hay que hacer para ser inmortalizado en una rosa, lo sabe? ?Requiere ser amable con los animales? ?Hasta con Brutus ?

– Ser amable con las cultivadoras de rosas seria lo mas practico.

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