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Los Jardines De Luz - Maalouf Amin - Страница 39


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El tono de Mani se hizo apenas interrogativo.

– ?Se reconstruiran todos los lugares de culto? ?Se colocaran de nuevo las divinidades en sus pedestales?

– Asi se hara.

El rey de reyes hizo una nueva mueca de dolor y parecio vacilar, como si solo pudiera sostenerse apoyandose en su visitante. A cada palabra, su voz sonaba mas cansada.

– Se me venera de sol a sol como a un ser divino. Dime entonces, Mani, ?es conforme a los decretos del Cielo que los seres divinos sufran de las fiebres cuartanas?

Mani dio un suspiro de impotencia.

– Esos medicos que se ocupan de mi -prosiguio Sapor-, se reunen en torno a mi lecho hasta siete u ocho al mismo tiempo y esparcen humo de alcanfor y de incienso farfullando algunas formulas sagradas; luego, me sangran y me sangran hasta que me pongo livido y comienzo a temblar. ?Es asi como se tratan las fiebres cuartanas?

Mani se indigno.

– ?Pero que medicina es esa! ?En que manual de brujeria se ensenan semejantes practicas?

– ?Como quieres que lo sepa yo? Kirdir me repite que esa medicina es la unica conforme a la Ley y la unica que puede curarme; pero cada vez me siento mas debil. ?Ay, Mani, medico de Babel! ?Tu que posees los secretos de las plantas! Si quisieras quedarte a mi lado, si pudieras prodigarme tus cuidados, me libraria al instante de todos esos envenenadores.

– ?Puede el senor dudar un momento de mi respuesta?

Apenas hubo pronunciado Mani estas palabras, Sapor se incorporo, recuperando subitamente su estatura imperial. Y tambien el acento.

– Sabia que podia contar con tu adhesion. Manana, al alba, partire hacia el norte al encuentro de los romanos, y tu seras el unico medico de mi sequito.

Solo en ese instante comprendio Mani adonde habia querido arrastrarle el monarca. Pero era demasiado tarde para desdecirse y tuvo que poner buena cara.

– ?No ha estado siempre mi humilde medicina al servicio de la dinastia?

Sapor se habia levantado ya y se dirigia hacia la puerta que llevaba a los aposentos de sus mujeres.

– ?Que sumisas son tus palabras, Mani, y que rebeldes son tus pensamientos!

* * *

Si bien durante la audiencia imperial Mani se habia esforzado por olvidar su propia dolencia para mostrarse solo preocupado por la de Sapor, a la salida su debilidad se agudizo hasta tal punto que hubo que sostenerle y llevarle casi hasta la litera, a el, que unos minutos antes sostenia al monarca. Y cuando llego a casa de Maleo, hubo que llevarle tambien hasta su habitacion, donde durmio con un sueno febril y agitado, sin haber dicho una sola palabra de su entrevista.

Cuando al dia siguiente el tirio fue a buscar noticias, la puerta de la habitacion estaba entreabierta. La empujo lentamente con una mano, llamando timidamente con la otra, mientras contemplaba una escena que no se borraria jamas de su memoria.

Denagh estaba arrodillada y sentada sobre los talones, dandole la espalda a Mani, quien, con una mano que denotaba la costumbre, rehacia su trenza deshecha. Maleo se quedo sin voz. De ordinario -se dijo-, son las jovenes las que hacen las trenzas de los guerreros. ?Quien es este descendiente de guerrero parto que se aplica asi en hacerle la trenza a una mujer? ?Hacia mas de treinta anos que se conocian y Mani aun conseguia asombrarle! Cuando Denagh se percato de su presencia, enrojecio, y el dio un paso hacia atras, pero Mani le llamo, obligandole casi a sentarse y a hacer sus preguntas, a las que el respondio mientras proseguia, como por desafio, su curiosa ocupacion.

– Sapor ha terminado por conseguir de mi, astutamente, lo que yo siempre le habia negado: seguir a su ejercito en sus campanas. Y ya ves, me siento mas avergonzado de eso que de estar haciendo esta trenza.

Maleo no pudo evitar contar esa escena a los fieles, quienes, desde aquel momento, sintieron hacia Denagh y su cabellera un respeto que, en algunos, rayaba en la veneracion. Y fue a fuerza de contemplar la trenza dia tras dia como descubrieron que tema su propio lenguaje: cuando la companera de Mani estaba tranquila y serena, se colocaba la trenza, como por instinto, hacia adelante, en el lado derecho; cuando sentia alegria, pero una alegria tenida de espera, de impaciencia, se la echaba sobre el hombro izquierdo; finalmente, cuando estaba inquieta, angustiada, cuando se sentia desgraciada, su trenza permanecia hacia atras.

Durante el periodo que se avecinaba, la trenza de Denagh no permaneceria durante mucho tiempo en el mismo lugar.

Tres

Frente a frente en la region de Edesa, los dos grandes imperios se acechaban; los romanos dominaban la ciudad fortificada y los sasanidas la asediaban a distancia sin decidirse a llevar a cabo el asalto, ya que a su retaguardia, tanto por el norte como por el sur y el oeste, estaban los legionarios de Valeriano; unos legionarios que se desplazaban permanentemente, ocultando asi sus intenciones y su numero.

El otono tocaba a su fin, y al estar tan lejos del mar y tan cerca de las montanas, las noches eran gelidas. Los viveres escaseaban, las tierras de los alrededores eran aridas, o se habian incendiado, o estaban ya cosechadas. Sapor sentia que la impaciencia de los caballeros iba en aumento y, de cuando en cuando, suscitaba una escaramuza sabiamente circunscrita. Se regresaba al campamento con un cadaver heroico e imberbe, en torno al cual todo el mundo se reunia para una fiesta mortuoria. Lo cotidiano de la guerra estaba servido y el minotauro alimentado. Si fuera necesario, se le alimentaria de nuevo manana y cada vez que la sangre de los guerreros estuviera pronta a desbordarse. Pero nadie podia obligar al rey de reyes a entablar el combate antes del minuto elegido con detenimiento. Por el momento, mantenia sus tropas en las colinas en posicion defensiva; iba apretando la tenaza en torno a Edesa… y esperaba.

?Que esperaba, exactamente? Nadie lo sabia con certeza, ni siquiera sus allegados. Verdad es que habia subido hacia el norte con las unicas tropas disponibles, a las que se habia unido Ormuz a la cabeza de su caballeria armenia. Sin duda, el soberano esperaba refuerzos, pero nada probaba que Valeriano no los recibiera por su lado, procedentes de Emesa, de Gaza, de Palmira o de Ponto. Sapor sabia todo esto e intentaba elaborar una estrategia, pesando y sopesando las diferentes opciones que se le ofrecian. Los escasos momentos en que una chispa de excitacion animaba sus ojos era cuando su chambelan hacia entrar en su tienda a un oficial de exploradores o a algun espia disfrazado de cabrero de Osroena. El soberano podia pasar largas horas a solas con ellos, interrumpiendo rara vez sus relatos e interrogandolos febrilmente y, a veces, incluso, los honraba invitandolos a su mesa.

Mani jamas habia visto a Sapor en campana. El, que le habia seguido para velar, en principio, por su salud, le encontraba de pronto vigorizado, rejuvenecido; sus fiebres se habian evaporado. El rey de reyes daba a todos la impresion de dominar el menor elemento de la situacion y de saber cada dia con certeza lo que sucederia al dia siguiente. Impresion excesiva, sin duda, pero asi era como le veian todos los combatientes en ese instante y por eso le reconocian como jefe y contaban con el para la vida y para la muerte. Mani le observaba, pues, no sin admiracion, y aunque se encontraba con el soberano en diversas ocasiones, principalmente en la ceremonia del despertar, este rara vez le consultaba.

Un dia, sin embargo, a la hora habitual de la siesta, un guardia fue a convocarle con urgencia a la tienda imperial, donde se encontraban ya reunidos en torno a Sapor y a sus dos hijos, Bahram y Ormuz, el comandante de la caballeria, el encargado del arsenal, los principales dignatarios de la cancilleria y Kirdir, el jefe de los magos, y en medio de este Consejo, un romano, oficial de alto rango, centurion, o quiza incluso tribuno de cohorte, vestido con su uniforme.

Todas las miradas estaban clavadas en este ultimo y las lenguas permanecian atadas a la espera de que fueran reveladas su identidad y la razon de su presencia. La primera idea que vino a la mente de todos fue que Valeriano habia enviado un emisario con una conminacion o alguna proposicion de tregua. Pero el hombre no tenia el porte ampuloso de los embajadores y estaba junto a los dignatarios sasanidas como si fuera uno de ellos.

Por otra parte, el rey de reyes comenzo a hablar sin tomarse la molestia de presentar al intruso, y dada la naturaleza de los temas que trataba, la asistencia se quedo petrificada. Y es que Sapor anunciaba con la mayor tranquilidad del mundo que tenia la intencion de atacar a los romanos por sorpresa aquella misma noche, al rayar el alba, y que habia convocado a los hombres del mas alto rango y del mejor criterio para escuchar su opinion. Se expresaba con tanta serenidad que nadie oso preguntar, ni siquiera con un gesto, quien diablos podia ser ese oficial romano al cual el soberano incluia asi entre sus allegados y los grandes del Imperio, y con el que compartia un secreto tan grave.

Una vez revelada su decision, el monarca preciso el lugar del ataque, un terreno elevado en el camino de Harran, que los militares llamaban «la meseta de la torre vigia» porque los romanos habian construido alli un andamio desde lo alto del cual observaban los movimientos de las tropas sasanidas. Sapor preciso ademas que la caballeria, provista de corazas de hierro, seria la unica que atacaria, ya que los arqueros solo tenian por mision cortar el camino a cualquier refuerzo enemigo.

Despues de proporcionar esta informacion, el monarca se volvio hacia Kirdir:

– ?Que dicen los astros?

La respuesta fue inmediata:

– Esta noche, manana y toda la semana proxima seran dias fastos para la empresa.

– ?Y los augurios?

– Todas las mananas ofrezco sacrificios por si el senor me hace esta pregunta tan esperada, y los augurios nunca han sido tan claros como hoy; parece que todos los caminos se allanan ante los ejercitos de Ahura Mazda y de la divina dinastia.

– ?Y a ti, Mani, que te han dicho esas voces celestes que te hablan?

– No las he interrogado.

En el rostro de Kirdir se manifesto una alegria de chiquillo al ver a su rival cogido en flagrante delito de indiferencia por los asuntos del Imperio. Pero Sapor acudio en ayuda de su protegido.

– Si el medico de Babel necesita retirarse unos momentos para solicitar una respuesta, le esperaremos.

No era una sugerencia y Mani tuvo que hacer inmediatamente lo que se le ordenaba.

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