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Los Jardines De Luz - Maalouf Amin - Страница 17


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Su palabra se interrumpio, como para buscar la inspiracion. Luego, fluyo de nuevo.

– En todos los seres como en todas las cosas se rozan y se entremezclan Luz y Tinieblas. Cuando os comeis un datil, la pulpa nutre vuestro cuerpo, pero el sabor dulce, el perfume y el color alimentan vuestro espiritu. La Luz que esta en vosotros se nutre de belleza y de conocimiento, teneis que alimentarla sin cesar, no os contenteis con atiborrar vuestro cuerpo. Vuestros sentidos estan concebidos para captar la belleza, para tocarla, respirarla, saborearla, escucharla, contemplarla. Si, hermanos, vuestros cinco sentidos son destiladores de Luz. Ofrecedles perfumes, musicas, colores. Evitadles la pestilencia, los gritos roncos y la suciedad.

Cuando su auditorio esperaba la continuacion, Mani se levanto apoyandose en el palo que llevaba constantemente en la mano y todos se apartaron con respeto para dejarle partir, aun pendientes de su rostro demacrado de adolescente hurano. Luego, como si unos tenues hilos los ataran a el, uno tras otro le siguieron pisandole los talones, subyugados y mudos.

Sin duda, Maleo se habia tranquilizado con respecto a las companias de su amigo, pero no por ello se habian disipado sus temores. Ayer temia que un guardian celoso le confundiera con los golfos del barrio; hoy, le aterraba verle preso por razones mas serias. No se podia reunir todos los dias en las calles de Ctesifonte a decenas de ciudadanos, quiza pronto a cientos de ellos, sin despertar sospechas de estar urdiendo alguna conspiracion. Ciertamente, lo que acababa de oir de la boca de su amigo no contenia ninguna palabra sediciosa. Pero Maleo desconfiaba. Conocia suficientemente a Mani para adivinar que su ensenanza no habia hecho mas que comenzar, para presentir que no se limitaria indefinidamente a consideraciones idealistas sobre los comienzos del mundo. Un dia, que podria estar cercano, su amigo pronunciaria la frase de mas que provocaria lo irreparable. A medida que el tirio daba vueltas en la cabeza al asunto, el peligro le parecia mas evidente, mas inminente. El mismo se veia ya preso por complicidad en cualquier calabozo, su comercio arruinado, todas sus ambiciones aniquiladas y a su mujer, reducida a la mendicidad…

– Tengo que hablarte, Mani -le dijo bruscamente.

El tono no era hostil, solo queria que fuera grave y franca El hijo de Babel comenzo por sonreir.

– No frunzas el ceno, entonces. Ese aire sombrio no concuerda con tu cara mofletuda. Pero habla, dime lo que tienes en el corazon…

– Tu y yo vivimos toda nuestra juventud en aquel palmeral, apartados del mundo, de sus alegrias y de sus obligaciones, y tu, mucho mas que yo, viviste en tus libros, nadie conoce mejor que tu la medicina y la teologia; admiro tu ciencia, tu talento, tu entusiasmo, los hombres como tu dejan huellas en la tierra que han pisado y en el corazon de sus allegados. Pero hay muchas cosas que se te escapan y que el mas zafio de los hombres captaria mejor que tu. ?Estas dispuesto a admitirlo?

Mani asintio y su amigo se animo a proseguir.

– Primero, pareces haber olvidado que el senor de Ctesifonte y de todo este imperio es Artajerjes el Sasanida, rey de reyes. Tengo empeno en recordarte su nombre y el de su dinastia, y que ha instituido su poder borrando de la faz del mundo el imperio de los partos y matando a Artaban, su ultimo soberano. Te lo repito, por si no lo hubieras comprendido: los sasanidas han establecido su reino sobre las ruinas de los partos, los han perseguido por toda esta tierra de Mesopotamia, en Media y hasta las puertas de Arabia y de la India. Y tu, Mani, tenlo constantemente en cuenta, eres parto. A los ojos de los nuevos senores eres, en primer lugar, un principe parto. No solamente tu padre es de la noble familia de los Haskaniya, sino que tu madre, segun dicen, pertenece a la de los Kamsaragan, aun mas noble y mas antigua, que se aliaron con el reino de los partos.

– He ignorado durante mucho tiempo esta ascendencia y cuando me entere no le di importancia. Sabes bien que a mis ojos no existen razas ni castas.

– Lo se, Mani, y te respeto por ello, pero el mundo no ve las cosas asi. Esta noche, una mano malintencionada puede presentar un informe al rey de reyes sobre un principe parto llamado Mani que organiza reuniones en las calles de su capital. Y eso sera el fin de tus locuras.

– ?Por que habrian de inculparme? No me ocupo de los asuntos del Estado, solo hablo del Cielo, no incito a la sedicion.

– ?No acabas de decirme que no creias en razas ni en castas? Bastaria con que pronunciaras en publico esas palabras para ser culpable de lesa majestad, ya que nuestro rey de reyes esta orgulloso de su casta y de su raza. Y aunque solo hablaras del Cielo, ?crees que eso bastaria para declararte inocente? Quiza no tengas consciencia de ello, pero los tiempos han cambiado. En la epoca de tus parientes partos se toleraban todas las creencias. Entre mis vecinos hay cristianos que practicaban su culto sin esconderse. El patriarca de los judios en el exilio tenia acceso libre al palacio, y ni siquiera se sabia cual era la religion del principe. Pero Artajerjes es diferente. Esta rodeado de un grupo de magos que intentan imponer el culto del fuego en toda la extension del imperio. En un palmeral olvidado a la orilla de un canal del Tigris se puede practicar aun la religion elegida. Pero aqui, en la capital, hay que callarse, esconderse, y si se quiere invocar a Jesus, o a Baal, o a Nabu, o a Moises, se hace al amparo de las propias paredes.

– Tus palabras no me asustan, Maleo. Si vienen a detenerme tendre la oportunidad de exponer mi mensaje ante el senor del imperio.

– En esto reconozco tu ingenuidad. Recuerdas haber leido en tus libros alguna fabula antigua sobre un acusado que comparecia ante el rey y ya te imaginas tu frente al monarca, dialogando con el, subyugandole y convirtiendole. ?Despierta, Mani! ?Abandona ya esos suenos de adolescente! No te conduciran ante el rey de reyes, desgraciado, te meteran en algun calabozo cenagoso y solo podras discutir con las ratas y los parasitos.

– En eso te equivocas. Yo se que algun dia hablare a los reyes…

Maleo observaba a su amigo, intentando discernir las razones de semejante seguridad, cuando aparecio Cloe, con la mirada vacilante del que no sabe si la noticia que trae va a suscitar alegria o fastidio.

– Pattig esta aqui -dijo.

Mani se levanto y dio un paso hacia la puerta; por el contrario, su anfitrion lo hizo de mala gana, preocupado aun, inquieto, pero cuando Pattig entro en la habitacion, vestido todavia a la manera de los Tunicas Blancas, le tendio los brazos efusivamente. El viejo «hermano» no le concedio mas que un abrazo apresurado; solo tenia ojos para su hijo, al que, sin embargo, no se acercaba, contemplandole a distancia como a una aparicion ardiente e incierta, un poco peligrosa.

– ?Estaba convencido de que jamas volveria a verte! Cuando te fuiste, llore, quise ayunar hasta la muerte. Y Sittai tambien lloro como si hubiera perdido a su verdadero hijo. Luego llegaron unos hermanos que te habian visto cruzar el puente de Seleucia y supuse que habias venido a casa de Maleo, ya que no conoces a nadie mas en estas ciudades. Por lo tanto, te segui. Todos los hermanos deseaban acompanarme en cortejo. Tu partida les ha apenado y conmovido. Si al menos pudiera llevarte de regreso a nuestro palmeral, toda la Comunidad exultaria. Nadie, ?me oyes?, nadie pensaria en reprocharte nada, podrias hablar en voz alta, exponer tus ideas…

El rostro de Mani se iba endureciendo a cada palabra de su padre.

– Si has venido para decirme esto, mas te habria valido quedarte con los Tunicas Blancas. Enterate de una vez por todas, no volvere jamas a tu palmeral, ya no pertenezco a esa religion.

– ?Y yo, Mani? ?Has pensado un instante en mi? Abandone el mundo y sus placeres, abandone a mi mujer para vivir en esa comunidad, creyendo encontrar alli pureza y fraternidad, y ahora resulta que mi propio hijo me dice que el sacrificio de toda mi vida ha sido inutil. Si te escucho, reniego de todo a lo que me habia consagrado, y si permanezco unido a la Comunidad, pierdo al unico ser que esta emparentado conmigo. Solo te tengo a ti en este mundo.

– Entonces quedate conmigo. Escucha mis palabras. Si responden a tus esperanzas, me seguiras en mi camino, como en el pasado seguiste a Sittai. Si no, volveras al palmeral.

Mani habia hablado a su padre como a un extrano. O a un rival. Sentia las efusiones de Pattig como agresiones y toda alusion a su lazo de parentesco le parecia fuera de lugar. Maleo y Cloe observaban la escena con pudor, testigos azarados de un arreglo de cuentas entre dos destinos. El padre habia sometido a su hijo y a todos los suyos a los caprichos de un piadoso extravio, y ahora sobrevenia el irreal desquite: de pronto, Pattig cayo de rodillas, como bajo el efecto de una exhortacion divina,

– Me quedare contigo, Mani, escuchare tus palabras esforzandome para que penetren en mi corazon. Imponme las manos, sere tu primer discipulo.

Mani no respondio. Con los ojos cerrados, vagaba en medio de sus recuerdos a la busqueda de alguna senal, de algun presagio que hubiera podido anunciarle esta extrana escena que estaba viviendo. Jamas habria podido imaginar que las cosas sucederian asi. Luego, abriendo lentamente los parpados, puso la palma de la mano derecha sobre la cabeza de su padre arrodillado. De este modo, reproducia sin saberlo, y de alguna manera borraba, el gesto con el que, antano, Sittai habia adquirido tanta influencia sobre Pattig en el jardin del templo de Nabu.

Los siguientes dias, Maleo refunfunaba, echaba pestes, se embrollaba e iba de un lado a otro por sus talleres, impotente para realizar cualquier trabajo util. Ciertamente, Mani le habia intrigado siempre, pero jamas le habia parecido tan desconcertante, tan incomprensible. A veces, tenia gestos de maestro rodeado de sus discipulos y, al instante siguiente, gestos de nino; a veces, Maleo le admiraba, casi le veneraba y, al instante siguiente, solo sentia deseos de protegerle como a un hermano menor.

Sobre todo, el tirio no cesaba de dar vueltas en la cabeza a los acontecimientos de la vispera: una curiosa Iglesia habia visto la luz en su propia casa, nacida del vasallaje antinatural de un padre ante su hijo. ?Que papel le hacian representar a el, Maleo de Tiro, dedicado a comerciante, sectario arrepentido que habia huido de Iglesias y de Comunidades?

En sus relaciones con su amigo, habia un malentendido cuya amplitud y consecuencias no habia valorado hasta entonces. Uno y otro habian abandonado con alivio el palmeral de los Tunicas Blancas, pero sus motivaciones eran muy diferentes. El habia sabido siempre con certeza lo que queria de la vida: la fortuna, la mujer amada, la vivienda confortable a la espera de construirse un palacio… ?Y Mani? ?Con que sonaba al abandonar la secta? ?Con una nueva religion? Seguramente habia en el ese deseo de predicar, y ahora hacia frecuentes alusiones a una voz celeste… Pero entonces, como explicar que, la misma noche de la llegada de Pattig, Maleo hubiera oido de su boca esta frase desconcertante: «?A veces me pregunto si no sera el senor de las Tinieblas el que inspira las religiones, con el unico fin de desfigurar la imagen de Dios!».

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