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Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel - Страница 33


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El templo de Baobama ocupaba el espacio delimitado por cuatro baobabs dispuestos en un rectangulo perfecto y constituyendo los pilares del edificio. Era una choza bastante grande abundantemente decorada con motivos parecidos a los que Taor y sus companeros habian visto anteriormente en los arboles-sepulcros. La espesa techumbre de balago y las paredes de tablas ligeras, sin ventanas, el amasijo de plantas trepadoras que las cubrian -jazmines, ipomaeas, aristoloquias, pasionarias-, todo conspiraba visiblemente a crear y a mantener en el interior una sombra de exquisito frescor. Los hombres armados se mantenian a distancia, a fin de que los alrededores del templo solo fuesen ocupados por musicos, tanedores de caramillos, tamborileros que golpeaban con sus dedos secos como palillos de tambor una piel de antilope tensada sobre una calabaza, u hombres-orquesta que agitaban furiosamente los brazos y las piernas con cascabeles, llevando la cabeza coronada por discos de cobre, con las manos crepitantes de crotalos. Taor y su escolta avanzaron bajo un baldaquino de bambu vestido de buganvillas que precedia a la entrada del templo. En el interior, primero se encontraba una especie de vestibulo que servia de tesoro y de guardarropa sagrado. Alli se veian colgados en las paredes o puestos sobre caballetes, inmensos collares, tapices bordados de silla de montar, campanas de oro, doseles con flecos, teteras de plata, arreos suntuosos y gigantescos que debian de convertir a la diosa, una vez adornada, en un relicario viviente. Pero en aquel momento Baobama estaba completamente desnuda, y los visitantes, despues de subir tres escalones para acceder a otra zona un poco mas alta, quedaron no poco sofocados al descubrir a la propia Yasmina , aposentada en un lecho de rosas, con los ojos en blanco de pura voluptuosidad. Hubierase dicho que les esperaba, porque habia en su mirada azul como un matiz de desafio y de ironia. Lo unico que se movia en la sombra dorada del pueblo eran dos grandes esteras de esparto accionadas desde fuera que se balanceaban lentamente en el techo para refrescar la atmosfera. Hubo un largo y respetuoso silencio. Luego Yasmina desenrrollo su trompa, y con su extremidad, fina y precisa como una manita, cogio de un cesto un datil relleno de miel que a continuacion deposito sobre su inquieta lengua. Entonces el principe se acerco, abrio una bolsa de seda y vertio sobre su lecho un punado de petalos de rosa, los que sus companeros y el mismo habian recogido y que les habian guiado hasta alli. Era un acto de homenaje y de sumision. Asi lo interpreto Yasmina . Como Taor se encontraba a su alcance, alargo su trompa hacia el y le acaricio la mejilla con su extremidad, gesto tierno y desenvuelto a la vez, en el que habia afecto, despedida, un dulcisimo abandono al destino. Taor comprendio que su elefanta favorita, divinizada en razon de la afinidad que tenian los paquidermos con los baobabs, elevada a una dignidad sobrehumana, adorada por todo un pueblo como la madre de los arboles sagrados y la abuela de los hombres, comprendio, pues, que Yasmina estaba definitivamente perdida para el y para los suyos.

Al dia siguiente reemprendieron el camino de Belen con los tres elefantes machos.

El encuentro era fatidico, necesario, estaba inscrito desde el principio de los tiempos en las estrellas y en el fondo de las cosas: se produjo en Etam, una tierra extrana, con murmullo de fuentes, agrietada por cuevas, erizada de ruinas, una tierra por la que ha pasado la Historia, arrollandolo todo a su paso, pero sin dejar ningun signo inteligible, como esos heridos en la cara, horriblemente desfigurados, pero que no pueden contar nada. Entre los tres que volvian de Belen -a pie, a caballo y a lomos de camello-, y el que subia hacia el pueblo inspirado con sus elefantes, la entrevista, sin embargo, estuvo banada por una luz tranquila y penetrante. Se encontraron con toda naturalidad al borde de tres estanques artificiales conocidos por el nombre de pilones de Salomon, cuando se disponian, despues de una jornada calurosa y polvorienta, a descender hasta el agua por las escaleras talladas en la misma piedra. Y en seguida, por la fuerza de la afinidad secreta de los cuatro viajes, se reconocieron. Se saludaron, luego se ayudaron en sus abluciones, como si se bautizaran el uno al otro. Despues se separaron para volver a reunirse aquella noche, de comun acuerdo, en torno a una hoguera de acacia.

– ?Le habeis visto? -fue lo primero que pregunto Taor.

– Le hemos visto -dijeron a la vez Gaspar, Melchor y Baltasar.

– ?Es un principe, un rey, un emperador rodeado de un magnifico sequito? -quiso saber Taor.

– Es un nino muy pequeno nacido sobre la paja de un establo, entre un buey y un asno -respondieron los tres.

El principe de Mangalore callo, petrificado de asombro. Debia de tratarse de un equivoco. El que el habia ido a buscar era el Divino Confitero, dispensador de dulces tan exquisitos que despues de probarlos ya no podia gustar ningun otro alimento.

– No hableis todos a la vez -les dijo-, porque si no, no me aclarare nunca.

Luego se volvio hacia el mas viejo y le rogo que fuese el primero en explicarse.

– Mi historia es larga, y no se por donde empezar -dijo Baltasar acariciandose la barba blanca con ademan perplejo-.

Podria hablarte de cierta mariposa de mi ninez que creia reconocer en el cielo, una vez ya llegado al otro extremo de mi vida. Los sacerdotes la destruyeron, pero hay que creer que ha resucitado. Esta tambien Adan, dos Adanes, no se si me entiendes, el blanco de despues de la caida cuya piel virgen se parece a un pergamino lavado, y el Adan negro de antes de la caida, cubierto de signos y de dibujos como un libro ilustrado. Esta tambien el arte griego enteramente consagrado a los dioses y a los heroes, y un arte mas humano, mas proximo, que esperamos todos, y del que mi joven amigo, el pintor babilonio Asur sera sin duda el precursor…

»Todo eso debe de parecerte muy embrollado, a ti, que vienes de tan lejos con tus elefantes cargados de golosinas. Por lo tanto me limitare a lo esencial. Has de saber, pues, que, apasionado por el dibujo, la pintura y la escultura desde mi ninez, siempre he chocado con la hostilidad irreductible de los hombres de religion, que odian toda imagen o representacion artistica. No soy el unico. Estuvimos en el palacio de Herodes el Grande. Precisamente acababa de ahogar en sangre una revuelta fomentada por sus sacerdotes a proposito de un aguila de oro que habia hecho poner encima de la puerta principal del Templo de Jerusalen. El aguila perecio. Los sacerdotes tambien. Tal es la terrible logica de la tirania. Siempre he alimentado la esperanza de escapar a ella. Me remonte a las fuentes de este drama, a la fuente unica que se encuentra en las primeras lineas de la Biblia. Cuando se escribio que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, comprendi muy bien que no se trataba de una vana redundancia verbal, sino que estas dos palabras indicaban -como en punteado- la linea de un desgarron posible, amenazador, fatal, que en efecto se produjo despues del pecado. Como Adan y Eva desobedecieron, su profundo parecido con Dios quedo abolido, pero no por eso dejan de conservar como un vestigio suyo, un rostro y una carne que siguen siendo el reflejo indeleble de la realidad divina. Desde entonces peso una maldicion sobre esa imagen mentirosa que exhibe el hombre caido, como un rey destronado que siguiera jugando con su cetro, que ya es tan solo un sonajero ridiculo. Si, es esta imagen sin semejanza la que condena la segunda ley del Decalogo, y con la que se encarniza mi clero, lo mismo que el de Herodes. Pero yo no pienso como Herodes que los banos de sangre resuelven rodas las dificultades. Mi amor por las artes no me ciega hasta el punto de borrar la religion en la que naci y en la que me educaron. Los textos sagrados estan ahi, ellos han sido mi alimento, y no puedo ignorarlos. Es cierto que la imagen puede ser mendaz y el arce impostor, y la encarnizada guerra que libran los idolatras contra los iconoclastas continua en mi corazon.

» Llegue, pues, a Belen dividido entre el desgarramiento y la esperanza.

– ?Y que has encontrado en Belen?

– Un nino recien nacido en la paja de un establo, ya te lo hemos dicho, y mis companeros y todos los testigos de aquella noche -la mas larga del ano- no cesaran de repetir este testimonio. Pero aquel establo era tambien un templo, el carpintero, padre del nino, un patriarca, su madre una virgen, el mismo nino un dios encarnado en lo mas espeso de la pobre humanidad, y una columna de luz atravesaba la techumbre de balago de tan miserable refugio. Todo aquello tenia un profundo significado para mi, era la respuesta a la pregunta de toda mi vida, y esa respuesta consistia en el imposible hermanamiento de contrarios inconciliables. «Quien escudrine demasiado los secretos de la divina Majestad, sera abrumado por su gloria», dijo el Profeta. 9 Por eso en el Sinai Yahve se oculto a los ojos de Moises tras una nube. Pero esa nube acababa de disiparse, y Dios, encarnado en un nino recien nacido, se habia hecho visible. Me bastaba mirar a Asur para ver reflejarse en el rostro de un artista la aurora de un arte nuevo. Mi joven pintor babilonio estaba transfigurado por la revolucion que se producia ante sus ojos: el simple gesto de una madre joven y pobre, inclinandose sobre su recien nacido, subitamente elevado al poder divino. La vida cotidiana mas humilde-aquellos animales, aquellas herramientas, aquel henil- banada de eternidad por un rayo caido del cielo…

»Me preguntas que he encontrado en Belen: he encontrado la reconciliacion de la imagen y de la semejanza, la regeneracion de la imagen gracias al renacer de una semejanza subyacente.

– ?Y que hiciste?

– Me arrodille en medio de los demas, artesanos, campesinos, maravillados, mozas de hosteria. Pero has de saber que lo mas prodigioso es que cada uno de aquellos arrodillamientos tenia un sentido diferente. Mi adoracion se dirigia a la carne -visible, tangible, ruidosa, con olor- transfigurada por el espiritu. Porque todo arte es carnal. La belleza solo existe para los ojos, los oidos, la mano. Y mientras la carne fuese maldita, los artistas eran tambien malditos con ella.

»Por fin deposite a los pies de la Virgen aquel bloque de mirra que Maalek, el sabio de las mil mariposas, entrego al nino que fui hace medio siglo, como el simbolo del acceso de la carne a la eternidad.

– Y ahora, ?que vas a hacer?

9 Proverbios, 25, 27.


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