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Gaspar, Melchor y Baltasar - Tournier Michel - Страница 2


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Gaspar, rey de Meroe

Soy negro, pero soy rey. Tal vez un dia hare grabar en el timpano de mi palacio esta parafrasis del cantico de la Sulamita Nigra sum, sedformosa. Porque, ?acaso hay mayor belleza para un hombre que la corona real? En mi esta era una certidumbre tan firme que ni siquiera pensaba en ella. Hasta el dia en que lo rubio irrumpio en mi vida.

Todo empezo en la ultima luna de invierno con una advertencia bastante confusa de mi principal astrologo, Barka Mai. Es un hombre honrado y escrupuloso, cuya ciencia me inspira confianza en la medida en que el mismo desconfia de ella.

Yo estaba meditando en la terraza del palacio ante el cielo nocturno tachonado de estrellas, sintiendo las primeras rafagas tibias del ano. Despues de un viento de arena que habia durado ocho largos dias, la calma, y yo hinchaba mis pulmones con la sensacion de respirar el desierto.

Un leve ruido me advirtio que habia un hombre a mis espaldas. Le reconoci por la manera discreta de acercarse: solo podia ser Barka Mai.

– La paz sea contigo, Barka. ?Que quieres decirme? -le pregunte.

– No se casi nada, senor -me respondio con su habitual prudencia-, pero esta nada no te la puedo ocultar. Un viajero que viene de las fuentes del Nilo nos anuncia un cometa.

– ?Un cometa? A ver, explicame que es un cometa y que significa su aparicion.

– Me sera mas facil responder a tu primera pregunta que a la segunda. Debemos la palabra a los griegos: asthr cmhthz, lo cual quiere decir astro cabelludo. Es una estrella errante que aparece y desaparece de forma imprevisible en el cielo, y que se compone esencialmente de una cabeza que arrastra la masa flotante de una cabellera.

– En resumen, una cabeza cortada que vuela por los aires. Continua.

– Por desgracia, senor, la aparicion de los cometas raras veces es signo de buen augurio, aunque las desdichas que anuncia casi siempre traen consigo promesas de consuelo. Cuando precede a la muerte de un rey, por ejemplo, ?como saber si no celebra ya el advenimiento de su joven sucesor? Y las vacas flacas, ?acaso no preparan anos de vacas gordas?

Le rogue que fuera derechamente al asunto, sin mas rodeos.

– En resumidas cuentas, este cometa que tu viajero nos promete, ?que tiene de notable?

– En primer lugar viene del sur y se dirige hacia el norte, pero con paradas, saltos caprichosos, cambios de direccion, de tal manera que no tiene la menor seguridad de que pase por nuestro cielo. ?Seria un gran alivio para tu pueblo!

– En las estrellas errantes se suelen ver formas extraordinarias, espada, corona, puno cerrado del que brota sangre, cosas asi.

– No, esta no tiene nada de extraordinario. Como te decia, una cabeza con una ola de cabellos. De todos modos, acerca de esos cabellos me han dicho algo muy extrano.

– ?Que es?

– Pues, bien, segun me dicen son de oro. Si, un cometa con melena dorada.

– ?No me parece algo muy amenazador!

– Sin duda, sin duda, pero creeme, senor -repitio bajando la voz-, tu pueblo se sentiria muy aliviado si se desviara de Meroe.

Yo ya habia olvidado esta conversacion cuando, dos semanas despues, recorria con mi sequito el mercado de Baaluk, que tiene fama por la variedad y el origen lejano de lo que alli se vende. Siempre he sentido curiosidad por las cosas extranas y los seres raros que la naturaleza se ha complacido en inventar. Siguiendo mis ordenes, han instalado en mis parques una especie de reserva zoologica en la que hay muestras muy notables de la fauna africana. Alli tengo gorilas, cebras, oryx, ibis sagrados, serpientes piton de Seba, cercopitecos que rien. He prescindido, por ser demasiado comunes y de un simbolismo vulgar, de los leones y de las aguilas, pero espero que me traigan un unicornio, un ave fenix y un dragon, que unos viajeros de paso me han prometido, y a los que he pagado por adelantado, para mayor seguridad.

Aquel dia Baaluk no tenia nada muy atractivo que ofrecer en el reino animal. Sin embargo, compre una partida de camellos, porque, como hacia anos que no me habia apartado de Meroe mas de dos dias de camino, sentia la oscura necesidad de una expedicion lejana, y al mismo tiempo presentia que iba a ser inminente. Compre, pues, camellos montaneses del Tibesti -negros, rizados, incansables-, bestias de carga de Batha -enormes, pesadas, de pelo corto y gris, inutilizables en montana debido a su torpeza, pero insensibles a los mosquitos, a las moscas y a los tabanos-, y desde luego esbeltos y rapidos caballos color de luna, esos meharis ligeros como gacelas, que suele montar en sillas color escarlata el pueblo feroz de los garamantes que baja de las alturas del Hoggar o de las del Tassili.

Pero donde estuvimos mas tiempo fue en el mercado de esclavos. Siempre me ha interesado la diversidad de las razas. A mi entender el genio humano se desarrolla gracias a la variedad de tallas, perfiles y colores, como la poesia universal se beneficia de la pluralidad de las lenguas. Adquiri sin discutir una docena de minusculos pigmeos a los que me propongo hacer remar en el falucho real con el que remonto el Nilo, entre la octava y la quinta catarata, cada otono, para cazar la garzota. Ya habia tomado el camino del regreso, sin prestar atencion a las muchedumbres silenciosas y tristes que esperaban bajo cadenas a posibles compradores. Pero no pude dejar de ver dos manchas doradas que contrastaban vivamente en medio de todas aquellas cabezas negras: una joven acompanada de un adolescente. Con la piel clara como la leche, los ojos verdes como el agua, les caia sobre los hombros una masa de cabellos del metal mas fino, mas soleado.

Siento una gran curiosidad por las extravagancias de la naturaleza, ya lo he dicho, pero solo siento verdadera aficion por lo que procede del sur. Recientemente, caravanas venidas del norte me han traido esos frutos hiperboreos capaces de madurar sin calor y sin sol, que llaman manzanas, peras, albaricoques. Pero aunque la observacion de esas monstruosidades me apasionaba, las rechace al probarlas debido a su insipidez acuosa y anemica. Desde luego, su adaptacion a unas condiciones de clima deplorables es meritoria, pero ?como van a rivalizar en una mesa ni siquiera con el mas modesto de los datiles?

Movido por un impulso semejante, hice que mi intendente preguntase los origenes y el precio de la joven esclava. No tardo en volver. Formaba parte, con su hermano, me dijo, del material humano de una galera fenicia capturada por piratas masilios. En cuanto a su precio, era mas alto por el hecho de que el mercader no queria venderla sin el adolescente.

Me encogi de hombros, ordene que se pagara por los dos, y en seguida olvide mi adquisicion. La verdad es que mis pigmeos me divertian mucho mas. Ademas, tenia que visitar el gran mercado anual de Nauarik, donde se encuentran las especias mas fuertes, las confituras mas untuosas, los vinos mas calidos, pero tambien los medicamentos mas eficaces, y en fin lo que el Oriente puede ofrecer de mas embriagador en materia de perfumes, gomas, balsamos y almizcles. Para las diecisiete mujeres de mi haren hice comprar varios celemines de polvos cosmeticos, y para mi uso personal un cofre lleno de bastoncitos de incienso. Porque me parece conveniente, cuando ejerzo las funciones oficiales de justicia, de administracion o en las ceremonias religiosas, estar rodeado de pebeteros de los que ascienden torbellinos de humo aromatico. Eso da majestad e impresiona a los hombres. El incienso armoniza con la corona, como el viento con el sol.

De regreso a Nauarik, y emborrachado de musicas y de manjares, volvi a encontrarme inopinadamente con mis dos fenicios, y otra vez fue su color rubio lo que hizo que me fijara en ellos. Nos acercabamos al pozo de Hassi Kef, en el que nos proponiamos pasar la noche. Despues de una jornada torrida y de una soledad absoluta, veiamos multiplicarse los indicios que delataban la proximidad del agua: huellas de hombres y de animales en la arena, hogueras apagadas, tocones cortados a hachazos, y pronto en el cielo bandadas de buitres, porque no hay vida sin cadaveres. Apenas llegamos a la vasta hondonada en el fondo de la cual se encuentra Hassi Kef, una nube de polvo nos indico el emplazamiento del pozo. Hubiera podido enviar a unos hombres que hicieran el vacio, abriendo paso a la caravana real. A veces me reprochan que renuncie demasiado a menudo a mis prerrogativas. En mi no es debido a una humildad que, en efecto, estaria fuera de lugar. Tengo orgullo de sobra, y mis intimos descubren a veces su desmesura por entre los intersticios de una afabilidad muy bien imitada. Pero lo cierto es que me gustan las cosas, los animales y las personas, y que me cuesta soportar el aislamiento que me impone la corona. La verdad es que mi curiosidad entra constantemente en conflicto con la reserva y la distancia que impone la realeza. Pasear, mezclarme con la muchedumbre, mirar, sorprender caras, ademanes, miradas, sueno delicioso que esta prohibido a un soberano.

Por otra parte, Hassi Kef, envuelto en un esplendor rojizo y polvoriento, ofrecia un espectaculo grandioso. Cuesta abajo, largas hileras de animales se ponian al trote, e iban a arrojarse en medio del tropel mugiente que se agolpaba en torno a los pilones. Camellos y asnos, bueyes y corderos, cabras y perros, se atropellaban chapoteando en un fangal hecho de estiercol liquido y paja tronzada. Alrededor de los animales, se movian pastores etiopes, esbeltos y resecos, como tallados en ebano, armados de bastones o de ramas de espinos. De vez en cuando se agachaban para lanzar punados de tierra a los machos cabrios o a los terneros que se enzarzaban en combates. El olor violento y vivo, exaltado por el calor y el agua, embriaga como un alcohol puro.

Pero un dios domina este tumulto. De pie sobre una viga transversal en medio de la boca del pozo, un hombre hace con los dos brazos un movimiento parecido al de las alas del molino, cogiendo la cuerda en el lugar mas bajo y elevandola por encima de su cabeza, hasta que el odre lleno llega a su alcance. El agua clara se vierte en un breve torrente en los pilones, donde no tarda en convertirse en fangosa. El odre vacio se deja caer al pozo, la cuerda se retuerce como una serpiente furiosa entre las manos, y vuelven a empezar los grandes molinetes de los dos brazos.

Este trabajo extraordinariamente penoso a menudo lo ejecuta un pobre cuerpo, torturado, gimiente, que exhala quejas, buscando todas las ocasiones de hacer que el esfuerzo se haga mas lento o se interrumpa, y el intendente nunca esta lejos, con un largo latigo en la mano, para reanimar un ardor siempre desfalleciente. Pero ahora ante nosotros se daba el espectaculo opuesto, una admirable maquina de musculos y de tendones, una estatua de cobre claro, moteada de manchas de barro negro, chorreante de agua y de sudor, funcionando sin esfuerzo, con una especie de impulso, incluso de lirismo, mas un bailarin que un trabajador, y cuando alzaba con un amplio ademan la cuerda por encima de su cabeza, echaba hacia atras la cabeza cara al cielo, y sacudia su melena de oro como si fuese feliz.

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