Выбери любимый жанр

Las aventuras de Huckleberry Finn - Твен Марк - Страница 18


Изменить размер шрифта:

18

Si los hombres iban a la isla, supongo que encontrarian la hoguera que habia hecho yo y que esperarian toda la noche a que llegara Jim. En todo caso no se nos acercaron, y si aquella hoguera no los engano, no era culpa mia. Yo habia hecho todo lo posible por despistarlos.

Cuando se empezo a ver la primera luz del dia amarramos a una barra de arena que habia en una gran curva del lado de Illinois, cortamos ramas de alamillo con el hacha y tapamos la balsa con ellas para que pareciese que habia habido un corrimiento de tierras por aquella orilla. En esas barras de arena hay alamillos tan apretados como los dientes de un rastrillo.

Veiamos montanas en el lado de Missouri y mucho bosque en el de Illionois, y el canal, por aquella parte, corria del lado de Missouri, de forma que no teniamos miedo de encontrarnos con nadie. Nos quedamos alli todo el dia viendo las balsas y los barcos de vapor que bajaban por el lado de Missouri y los barcos de vapor que subian rio arriba peleando contra la corriente en el centro. Le conte a Jim todo lo que habia pasado cuando estuve hablando con la mujer y Jim dijo que era muy lista y que si fuese ella quien nos buscara no iba a quedarse sentada vigilando una hoguera; no, senor, iria con un perro. Bueno, entonces, dije yo, ?por que no podia decirle a su marido que buscara un perro? Jim dijo que seguro que se le ocurria cuando los hombres se pusieran en marcha, y que suponia que debia de haber ido a la parte de arriba del pueblo a buscar un perro, de forma que habian perdido todo aquel tiempo, o si no, no estariamos alli en la barra de arena a dieciseis o diecisiete millas por debajo del pueblo; no, senor, estariamos otra vez en el pueblo. Asi que yo dije que no me importaba por que no llegaban, mientras no llegaran.

Cuando empezo a oscurecer asomamos las cabezas entre los alamillos y miramos arriba y abajo y a los lados pero no vimos nada, asi que Jim saco algunos de los troncos de arriba de la balsa y construyo un wigwam muy comodo para refugiarnos cuando hiciese mucho calor o lloviera y para tener las cosas en seco. Jim preparo un suelo para el wigwam y lo levanto un pie mas por encima del nivel de la balsa, de forma que las mantas y las trampas estaban fuera del alcance del oleaje de los barcos de vapor. Justo en medio del wigwam pusimos una capa de polvo de cinco o seis pulgadas de grueso y la rodeamos con un bastidor para que no se saliera; era para hacer fuego cuando lloviese o hiciera frio; con el wigwam no se podria ver. Tambien preparamos un timon de repuesto, porque uno de los que teniamos podia romperse o engancharse o lo que fuera. Preparamos un palo con una horquilla del que colgar el viejo farol, porque siempre tendriamos que encenderlo cuando vieramos un barco de vapor que venia rio abajo, para que no nos pasara inadvertido, pero no teniamos que encenderlo para los que iban rio arriba salvo que nos vieramos en lo que ellos llaman «entre corrientes», porque el rio seguia muy alto y las riberas bajas continuaban sumergidas, de forma que los barcos que lo remontaban no subian siempre por el canal, sino que iban buscando aguas mas faciles.

La segunda noche navegamos entre siete y ocho horas, con una corriente que iba a mas de cuatro millas por hora. Pescamos y charlamos y de vez en cuando nos echamos a nadar para no quedarnos dormidos. Era bastante solemne aquello de bajar por el gran rio silencioso, echados de espaldas y mirando a las estrellas, y no nos daban ganas de hablar en voz alta ni nos reimos mucho, solo alguna risa en voz baja. En general nos hizo muy buen tiempo y no nos paso nada, ni aquella noche ni la siguiente ni la otra.

Todas las noches pasabamos junto a pueblos, algunos de ellos a lo lejos en cerros negros, sin ver nada mas que el resplandor de unas luces, y ni una sola casa. La quinta noche pasamos junto a Saint Louis y era como si el mundo entero estuviera iluminado. En Saint Petersburg decian que Saint Louis tenia veinte o treinta mil habitantes, pero yo nunca me lo crei hasta que vi aquella maravillosa cantidad de luces a las dos de una noche silenciosa. No se oia ni un ruido: todo el mundo dormia.

Todas las noches yo me iba ala orilla junto a alguna aldea y compraba diez o quince centavos de harina o de tocino salado u otras cosas que comer, y a veces me llevaba prestado un pollo que no parecia sentirse comodo. Padre siempre decia que habia que llevarse un pollo cuando se tenia la oportunidad, porque si no lo quiere uno es facil encontrar a alguien que lo quiera, y una buena obra nunca se olvida. No vi ni una sola vez que no lo quisiera padre, pero en todo caso eso es lo que decia.

Por las mananas, antes del amanecer, me metia en los campos de maiz y me llevaba prestada una sandia, o un melon, o una calabaza, un poco de maiz nuevo o cosas asi. Padre siempre decia que no tenia nada de malo llevarse prestadas cosas si se tenia la intencion de pagarlas alguna vez; pero la viuda decia que aquello no era mas que robar, por mucho que se disfrazara con palabras, y que las personas decentes no lo hacian. Jim dijo que calculaba que la viuda tenia una parte de razon y papa otra, asi que lo mejor seria que escogieramos dos o tres cosas de la lista y no las volvieramos a tomar prestadas, y entonces calculaba que no tendria nada de malo tomar prestadas las otras. Asi que nos pasamos toda una noche hablando de eso, mientras ibamos rio abajo, tratando de decidir si eliminabamos las sandias, las cantalupas, los melones, o que. Pero para el amanecer lo teniamos todo resuelto satisfactoriamente y concluimos que eliminariamos las reinetas y los caquis. Antes no nos habiamos sentido bien del todo, pero ahora ya estabamos tranquilos. Yo me alegre de haberlo resuelto asi, porque las reinetas nunca estan buenas y los caquis no estarian maduros hasta dentro de dos o tres meses.

De vez en cuando matabamos un ave acuatica que se levantaba demasiado temprano por las mananas o no se acostaba lo bastante temprano por las tardes. En general, viviamos muy bien.

La quinta noche, rio abajo de Saint Louis, hubo una gran tormenta despues de medianoche, con montones de truenos y de relampagos, y la lluvia caia como una sabana. Nos quedamos en el wigwam y dejamos que la balsa se manejara sola. Cuando brillaba un relampago veiamos el rio enorme y recto por delante y grandes acantilados a los dos lados. Y una vez voy yo y digo:

—Caray, Jim, ?mira ahi!

Era un barco de vapor que habia naufragado contra una roca. Nosotros ibamos directos hacia el. Con los relampagos se veia muy claro. Estaba todo escorado, con una parte de la cubierta superior por encima del agua, y se veia cada uno de los cables de la chimenea con toda claridad y una silla junto a la campana grande, con un viejo chambergo que colgaba en el respaldo, cuando llegaban los relampagos.

Bueno, como era tan tarde, habia aquella tormenta y todo parecia tan misterioso, se me ocurrio lo mismo que a cualquier otro chico cuando vi aquel barco embarrancado tan triste y solitario en medio del rio. Queria abordarlo y explorarlo un poco a ver lo que tenia dentro. Asi que dije:

—Vamos a abordarlo, Jim.

Pero al principio Jim estaba totalmente en contra. Va y dice:

—No quiero andar metiendo las narices en un barco muerto. Nos va muy bien y mas vale dejar que siga asi, como dice el Libro. Seguro que hay un vigilante en ese barco.

18
Перейти на страницу:

Вы читаете книгу


Твен Марк - Las aventuras de Huckleberry Finn Las aventuras de Huckleberry Finn
Мир литературы

Жанры

Фантастика и фэнтези

Детективы и триллеры

Проза

Любовные романы

Приключения

Детские

Поэзия и драматургия

Старинная литература

Научно-образовательная

Компьютеры и интернет

Справочная литература

Документальная литература

Религия и духовность

Юмор

Дом и семья

Деловая литература

Жанр не определен

Техника

Прочее

Драматургия

Фольклор

Военное дело