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Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис - Страница 34


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— …busque mi sitio y, como todos, permaneci de pie hasta que llego el Rey y se sento. La comida iba transcurriendo normalmente, pero yo note que mi asiento estaba humedo. ?Figuraos, queridos amigos, hu-me-do! Y lo peor era que no me atrevia a moverme, ni a agitarme, ni a bajar una mano. Finalmente, aprovechando una ocasion, palpe lo que tenia debajo. ?Estaba mojado de verdad! Oli mis dedos y… nada de particular. ?Que sera esto?, pense. Entretanto acabo la comida, y todos empezaron a levantarse. A mi me daba miedo hacerlo. En esto veo que el Rey se dirige hacia mi. Yo sigo sentado, lo mismo que un baron pueblerino que no entiende de etiqueta. Su Majestad se acerca moviendo amablemente su cabeza, coloca una mano sobre mi hombro y me dice: «Querido Don Tameo, ya hemos comido; ahora vamos a ver un ballet, y sin embargo tu sigues sentado. ?Que te ocurre? ?No te ha llenado mi comida?» Palideci. «Vuestra Majestad puede mandarme matar si lo desea», murmure, «pero es que estoy sentado sobre algo mojado». El Rey se echo a reir y me ordeno que me levantase. Asi lo hice y… ?que paso? Pues que todo el mundo se echo a reir a carcajadas. ?Amigos, me habia pasado toda la comida sentado sobre una tarta al. ron! Su Majestad tambien se rio mucho. «Reba», dijo finalmente, «esta ha sido sin duda una broma tuya. Haz el favor de limpiar al noble Don, puesto que has sido tu quien le ha ensuciado las posaderas». Y Don Reba muerto de risa, saco su punal y empezo a rascar los restos de tarta que habian quedado adheridos a mis calzones. ?Os figurais cual era mi situacion? No quiero ocultar que estaba temblando, porque temia que Don Reba, considerandose rebajado publicamente, se vengara de mi. Afortunadamente, todo termino bien. Aquel fue el dia mas feliz de mi vida, nobles Dones. ?Como se reia el Rey! ?Que satisfecho estaba Su Majestad!

Los cortesanos se reian a carcajadas. Aquellas bromas eran frecuentes en la mesa real. Se las arreglaban de forma que los invitados se sentasen sobre foie gras, en sillas con las patas rotas, sobre huevos de oca… Tambien le podian poner a uno agujas envenenadas en el asiento. Al Rey le gustaba que lo divirtieran. Rumata penso: ?Que haria yo si me ocurriera lo que a Don Tameo? Me temo que el Rey tendria que buscarse otro Ministro de Seguridad, y que el Instituto se veria obligado a mandar a Arkanar a otra persona. Hay que estar siempre alerta, lo mismo que nuestro aguila Don Reba.

Sonaron las cornetas, el Ministro de Ceremonias grito melodiosamente, el Rey entro cojeando, y todos empezaron a sentarse. En los angulos de la sala unos soldados de la guardia real permanecian inmoviles, apoyados en sus mandobles. A Rumata le tocaron dos vecinos poco habladores. A su derecha se encontraba Don Pifa, rollizo, comilon, y esposo de una de las bellezas de la corte, y a su izquierda Gur el Escritor, que no apartaba su mirada del plato vacio. Los invitados se quedaron extasiados mirando al Rey. Este se sujeto al cuello una grisacea servilleta, echo una ojeada a los platos y cogio un muslo de pollo. Cuando sus dientes se hincaron en dicho muslo, cien cuchillos fueron a chocar con los platos, y cien manos avanzaron resueltamente hacia los manjares. En la sala comenzo a oirse un poderoso y acompasado ruido de chasquidos y succiones. El vino empezo a gorgotear. Los bigotes de los soldados de la guardia se agitaron avidamente. A Rumata, al principio le daban asco aquellas comilonas, pero ahora ya se habia acostumbrado. Mientras trinchaba con su punal una paletilla de cordero, miro de soslayo hacia su derecha y desvio inmediatamente su vista: Don Pifa habia hecho presa en un jabali asado, y sus quijadas funcionaban como las de una excavadora. No dejaban ni los huesos. Rumata contuvo la respiracion y engullo de un trago su vaso de irukan. Luego miro a su izquierda y observo como Gur removia perezosamente con su cucharilla la ensalada que tenia en el plato.

— ?Que escribis ahora, padre Gur? — pregunto Rumata a media voz Gur se estremecio.

— ?Escribir?… — murmuro -. No se… Mucho.

— ?Versos? — Si… versos.

— Vuestros versos son realmente horribles, padre Gur — Gur le miro de una forma extrana -. Si, si, horribles. Vos no sois poeta.

— No, no soy poeta — admitio el comensal -. A veces pienso: ?que soy y que es lo que temo? Pero no lo se.

— Mirad a vuestro plato y seguid comiendo. Yo os dire lo que sois. Sois un escritor genial, el descubridor del camino mas moderno y mas fructifero de la literatura — las mejillas de Gur comenzaron a enrojecer -. Dentro de cien anos, o quiza antes, centenares de escritores seguiran vuestro camino.

— ?Que Dios les perdone! — exclamo Gur.

— Y ahora os dire lo que temeis.

— Le temo a las tinieblas.

— ?O a la oscuridad?

— A la oscuridad tambien. En la oscuridad nos sentimos dominados por los fantasmas. Pero a lo que mas, temo es a las tinieblas, porque ellas hacen que todo lo que existe a nuestro alrededor se vuelva gris.

— Exacto, padre Gur. ?Sabeis donde se puede conseguir todavia vuestra obra?

— No, no lo se. Ni quiero saberlo.

— Pues sabedlo por si acaso: en la metropoli hay un ejemplar en la biblioteca del Emperador; otro ejemplar se guarda en el museo de curiosidades de Soan; y el tercero lo tengo yo.

Gur se sirvio con sus temblorosas manos un trozo de jalea.

— Yo… no se… — miro tristemente a Rumata, con sus ojos grandes y hundidos -. Me gustaria leerla… Releerla…

— Os la puedo prestar con mucho gusto.

— ?Y luego?

— Luego me la devolvereis.

— Luego os la devolveran — dijo Gur bruscamente. Rumata agito la cabeza.

— Don Reba os da miedo, padre Gur.

— ?Miedo?… ?Acaso vos habeis tenido que quemar alguna vez a vuestros hijos? ?No? Entonces, ?como podeis hablar de miedo?

— Me descubro ante lo que habreis tenido que sufrir, padre Gur. Pero al mismo tiempo condeno el hecho de que os hayais rendido.

Gur empezo entonces a susurrar en voz tan baja que Rumata apenas podia distinguir sus palabras en medio del ruido de los comensales.

— ?Para que me decis todo esto? ?Sabeis acaso lo que es al verdad? La verdad es que el Principe Jaar amo a la hermosa de piel bronceada Vainevnivora y que tuvieron hijos. Y yo conoci al nieto. Y es cierto que la envenenaron. Pero despues me explicaron que todo eso es mentira, y me dijeron que la unica verdad es aquella que hoy conviene al Rey, y que todo lo demas es falso y delictivo. Es decir, que toda la vida he estado escribiendo mentiras y ahora… ?ahora digo la verdad!

Se puso repentinamente en pie y recito, sin respirar:

Como la eternidad, grande y glorioso, es el Rey al que llaman Generoso. El infinito ante el retrocede, y a la primacia sitio le cede.

El Rey dejo de rumiar y fijo en Gur su inexpresiva mirada. Los invitados se encogieron. Don Reba fue el unico que sonrio y dio unas discretas y casi mudas palmadas. El Rey escupio un hueso sobre el mantel y dijo:

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